Frankenstein Universitario

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La semana pasada se aprobó la nueva Ley Universitaria. La reforma ha venido tropezando desde el año pasado. El resultado ha sido una ley con intenciones claras y buenas, pero sin un norte, ni modelo de sistema universitario. Ha creado una nueva estructura universitaria, con objetivos muy pragmáticos que cumplir, pero sin espíritu, ni visión de futuro. Esto se demuestra por la manera en que fue construido el proyecto de Ley. Desde un inicio, el General Mora, que no venía de la universidad, empezó el debate con la única idea de mejorar la calidad de las universidades, pero sin una propuesta concreta de cómo. Su intuición lo guiaba, pero en definitiva, no conocía los problemas específicos de la universidad peruana.

El Frankestein Universitario, tiene algunos aciertos como, por ejemplo, la integración del sistema de acreditación como parte coordinada del sistema universitario o como el establecimiento de maestrías de profesionalizantes y de investigación. También se ha flexibilizado el régimen de gobierno de las universidades asociativas, otorgándoles la autonomía de decidir sus formas de gestión. Esto permitirá a las universidades sin fines de lucro mayor libertad para recibir inversiones y cooperar con el sector privada de una manera más dinámica (el NAFTA abrió la oportunidad para que empresas canadienses participaran de los directorios de algunos universidades mexicanas).

No obstante, existen partes inconexas, por la redacción y la estructura. Se nota claramente que el papel lo resiste todo. La sumatoria de votos es el fundamento técnico de partes del proyecto. Por ello hay varias incoherencias normativas. Llegó un punto en el que, y esto se pudo evidenciar en el debate. Progresivamente se fueron adhiriendo modificaciones al proyecto inicial, que con argucia parlamentaria los congresistas y el Ministerio de Educación rápidamente prepararon y presentaron. Todo con el objetivo de reforzar el control y aumentar la fiscalización, pero ninguna reforma estructural que permita un avance a hacia la integración educativa y que permita la generación de redes académicas complementarias.

Y no se trata de elaborar algoritmos, ni resolver el significado de la vida. Ya las universidades latinoamericanas, en cooperación con la Unión Europea, a través del proyecto Tuning, establecieron un diagnóstico claro de las falencias en la región:

En la mayor parte de los países latinoamericanos no existe un sistema de créditos académicos aplicados de manera generalizada y uniforme.
Donde existen los créditos, los criterios para cuantificarlos son muy diversos siendo la medida más común aquella que establece una equivalencia de una hora a un crédito, por 15 a 16 semanas al semestre, estimándose por cada hora de aula dos de trabajo independiente.
A lo anterior se agrega una tercera consideración que alude a la muy baja o nula valoración de las prácticas pre-profesionales y actividades independientes como generadoras de créditos académicos.” (Proyecto Tuning América Latina, 2013)

Esas mismas, se repiten en un nivel local. La ley, si bien cumple con establecer un criterio de creditaje, no toma en cuenta los avances internacionales, ni los requerimientos de movilidad. Tampoco son incluidos en el concepto de crédito las horas invertidas en el estudio y/o trabajo fuera del aula, nos hemos quedado con la definición de horas efectivas de clase. Más aun, hemos avanzado poco o nada en un sistema estándar de evaluación y calificación. Como vemos, no existe una aproximación integral al sistema universitario.

Para terminar, en el aspecto político, se ha diseñado una mega estructura adscrita al poder político que será compuesta por un designado del ministerio y acompañado de 5 personas seleccionadas por concurso (que pase el circo), sin participación de las universidades. No hay pesos y balances. Adicionalmente, por si fuera poco, tienen el poder de retirar las licencias temporales de 6 años (en este punto el congreso abdicó de establecer las causales para remover licencias). Mientras tanto, la acreditación sigue siendo voluntaria. Esto significa que cumpliendo los requerimientos para obtener la licencia, la institución podría renovar su licencia sin conseguir mejoras de calidad adicionales.

Una vez más estamos comprobando que las mejores intenciones pueden generar catástrofes apresuradas.