Esta semana, la pauta informativa la han marcado acontecimientos referentes a la violencia contra la mujer, intentos de feminicidio y abusos sexuales contra menores. Algunos canales de televisión, (al menos, canal N y RPP) han replicado durante todo el día este tipo de contenidos los cuales, pues, no son gratuitos: Los difunden tras un multitudinario reclamo, denominado ‘Ni Una Menos’, en donde se ha exigido a los medios de comunicación un mayor compromiso en la lucha contra la violencia.
Paradójicamente, esta misma semana se han seguido transmitiendo en otros canales peruanos una serie de realities y programas, donde se reivindica que la figura de la mujer es de una importancia inferior a la del hombre o, en todo caso, que su rol se disminuye a la de satisfacer visualmente al público televidente con trajes que exponen sobremanera el cuerpo y con enfoques audiovisuales que precisamente se encargan siempre de realzar dos partes específicas de la silueta femenina.
Por un lado, tenemos que canal N y sus líderes de opinión lanzan una serie de mensajes de rechazo a la violencia, pero del otro lado tenemos a su canal hermano, canal 4, que continúa transmitiendo programas que se burlan de las tragedias amorosas de la mujer y donde aquél hombre que la engañó es un campeón.
Para este tipo de programas, que no son únicos de canal 4, pues, la mujer que es capaz de mover mejor ‘la colita’ es superior a aquella que sabe en qué año fue la independencia del Perú. El rating no se logra inculcando cultura, conocimientos ni valores, si no con la generación de risas a partir de la tragicomedia de una pareja: Hay que exponer sus dramas, hay que decir cuántas veces se acostó con el amante y hay que revelar quién golpeó a quién. Cuando se descubre que la mujer es la ‘culpable’ del conflicto, hay que insultarla (‘perra’), o hay que esperar el comentario de Carlos Galdós o Peluchín. Ellos son los mejores críticos que nuestra televisión peruana puede tener.
Hombre tramposo es a campeón como mujer tramposa es a perdedora. Ésta es la analogía que siempre se concluye luego de ver ‘Amor, amor, amor’, ‘El valor de la verdad’ o ‘Esto es guerra’. Así se graba en el imaginario colectivo y probablemente la palabra «perra» se ha normalizado tanto en las escuelas o universidades que podría encajar en sinónimo de «amiga».
El hombre exitoso, según estos programas, es aquél que se inyecta esteroides y tiene relaciones sexuales a costa de su pareja actual. En cambio, la mujer exitosa es aquella que encuentra un hombre que, ojalá y Dios quiera, no sea infiel. Nada más.
No obstante, la cereza del pastel es, lamentablemente, el periodismo prostituido al espectáculo de degradación: Beto Ortiz. El otrora periodista más influyente del país ha pasado de entrevistar a políticos y literatos a entrevistar al ‘Zorro Supe’, la enciclopedia de amoríos y relaciones sexuales de toda la farándula. Y vaya que Beto Ortiz tiene apenas un miserable porcentaje de responsabilidad de sus contenidos. La razón de que el sillón rojo se mantenga al aire es de quienes generan el rating.
En un país donde el 87% de los hogares ve te televisión (según INEI), no es de extrañarse que la principal programación sea la descrita en líneas anteriores. Todo lo dicho atrás no es más que un énfasis en lo obvio. Pero lo que no es obvio y que nadie discute es que hemos marchado en #NiUnaMenos en contra de una violencia que viene siendo reivindicada por los canales de televisión y, lo que es peor, que es consumida principalmente por la juventud. No esperemos que la violencia contra la mujer se reduzca si seguimos teniendo este tipo de programas en nuestra televisión peruana.