Gasoducto Sur Peruano: lo que viene, por Juan Alfonso Pereyra

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El que hubiera sido el proyecto de infraestructura más costoso de la historia del Perú ha muerto sin gloria y con mucha pena. Dos días después de anunciar la ejecución de la penalidad de 262 millones de dólares al consorcio liderado por Odebrecht, poniendo punto final a una novela que comenzó tras la divulgación de los escándalos por corrupción de la firma brasileña, el presidente Kuczynski declaró que el proyecto se volvería a licitar en nueve meses, aunque todo indica que ese plazo no podrá ser cumplido. Entretanto, para abastecer a la región sur, algunos especialistas han propuesto «ductos virtuales» como solución temporal, una alternativa de transporte de gas natural utilizando camiones-cisterna especiales para distribuir el recurso en las ciudades de mayor consumo potencial hasta que entre en operación el GSP. La idea no es nueva: se requiere una planta de regasificación en Pampa Melchorita (Peru LNG), para lo cual se usarían camiones GNC; o bien una planta en cada City Gate, en cuyo caso el transporte se realizaría con camiones GNL.

Esta solución es ineficiente y no permitiría el uso masivo e industrial de gas natural debido al insuficiente volumen que puede transportarse bajo esta modalidad. Además, bien sabemos que en nuestro país las «soluciones temporales» tienen vocación de permanencia. Hace unos días propuse otra posibilidad: que el Estado asuma la posición contractual de Shell en la exportación de GNL; construir plantas de regasificación en los principales puertos del sur, como Ilo o Matarani; transportar el recurso a dicha región utilizando los mismos buques metaneros, y tender gasoductos de distribución (más cortos y de menor diámetro) hacia las ciudades de mayor demanda, como Arequipa. También podrían instalarse centrales termoeléctricas en los puertos de destino utilizando gas natural como insumo para abastecer de electricidad a la región sur e incluso exportar el excedente de energía a Chile.

El principal problema que afrontamos es la vulnerabilidad de nuestra seguridad energética. El cincuenta por ciento de la generación eléctrica del país depende del ducto principal de Camisea (TGP) y resulta imprescindible un ducto redundante que minimice el riesgo al que estamos expuestos, algo que el GSP, supuestamente, hubiera resuelto. ¿Es necesario el Gasoducto Sur Peruano? Pienso que no, porque la redundancia es más fácil de conseguir: buena parte de la ruta del ducto principal de Peru LNG es paralela a la de TGP hasta la interconexión en Chiquintirca (Ayacucho). Bastaría tender un ducto adicional hasta los yacimientos de Camisea, para lo cual podría utilizarse una fracción de las tuberías de gran diámetro que fueron adquiridas para la construcción del GSP.