Gracias Cardenal, por Arturo Garro Miró Quesada

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El pasado jueves, el congreso aprobó por 78 votos (incluidos los del APRA, así como de dos congresista de Alianza por el Progreso y del expulsado de PPK Roberto Vieira) censurar al ahora ex ministro de Educación Jaime Saavedra por supuesta corrupción en la compra de computadoras y el supuesto mal manejo en la organización de los juegos Panamericanos. Sin embargo, dos días antes, el Presidente de la República en un mensaje a la nación anunciaba que el gobierno no haría cuestión de confianza al Gabinete, esto en un claro ejemplo de buena voluntad hacia el partido que domina el Congreso esperando que este devuelva el gesto retirando la moción de censura; ello no sucedió.

Luego de la censura al ex ministro Saavedra, la crispación política en el país ha aumentado exponencialmente, pero sin llegar a los picos de finales de mayo y principios de junio de este año. Ante la situación política, el Cardenal Juan Luis Cipriani -quién es además primo hermano del ministro de economía- no dudó en ofrecer sus buenos oficios como mediador entre el jefe de Estado y la líder de la oposición, Keiko Fujimori, dándoles las facilidades para que ambos se reúnan en su domicilio a fin de que se encuentren en un ambiente neutral, y así se genere la confianza entre las partes para que las conversaciones lleguen a buen término.

Al día siguiente del ofrecimiento hecho por el moseñor Cipriani, el presidente y la líder de la oposición  aceptaron la intermediación y se mostraron favorables de llevar a cabo las conversaciones en su domicilio. Ni bien se supo de esta buena noticia, las voces críticas no se hicieron esperar. Las críticas han sido –y vienen siendo- en primer lugar hacia el mediador. Para algunos sectores del gobierno como de la izquierda, el Cardenal Cipriani no es la persona indicada para mediar en este tema porque lo consideran un fujimorista abierto y tiene posiciones políticas que van contrarias a sus intereses como en el tema de la Unión Civil y en el rol que el hoy Cardenal jugó durante su paso por Ayacucho como Arzobispo (en plena época del terrorismo). Y en segundo punto, es el referido al lugar en dónde se llevará a cabo el diálogo, el domicilio del cardenal. Los que critican este punto, aducen que la residencia del Cardenal no es el espacio adecuado para un diálogo político y que este debe de realizarse en Palacio de Gobierno.

Desmenucemos las críticas mencionadas en el párrafo anterior. Primero, el rol del Cardenal como mediador en esta crisis. Aquí quiero partir de un principio básico en cualquier negociación o arbitraje, que es el referido a la confianza. El Cardenal Cipriani goza de la confianza y el respeto tanto del Presidente Kuczynski como de la señora Fujimori, y este factor es importante para llevar a cabo el inicio de las conversaciones. La confianza que hay por ambas partes en la persona del Cardenal, ayudará a que los temas que se traten en la reunión –o reuniones- fluyan sin problemas y sean ahondados con total detenimiento y franqueza.

Segundo punto, el domicilio del Cardenal. Quienes critican este lugar, dicen que no es el adecuado porque somos un Estado laico y que el lugar para los temas políticos es Palacio de Gobierno. Estimados, lo que se trata aquí –como se dijo líneas arriba- es buscar la generación de confianza, y un factor para lograr ese fin, es el lugar que se escoja para hacer la negociación; y en esta ocasión, ambas partes consideran que la sala o el comedor de la residencia del cardenal serían los espacios más adecuados para que ambos líderes políticos –el Presidente de la República como la líder de la oposición- conversen de forma segura y franca los temas que quedaron pendientes entre ambos desde la pasada segunda vuelta presidencial.

No sería la primera –ni la última vez- que una negociación se lleve a cabo fuera de ambientes que no sean considerados idóneos por algunos. Por ejemplo, las negociaciones entre Ronald Reagan y Mijail Gorvachov para terminar con la Guerra Fría se llevaron a cabo principalmente en Ginebra, no en Washington ni en Moscú. El gobierno colombiano y las FARC se fueron a Cuba a realizar las negociaciones de paz. Las negociaciones de paz entre Perú y Ecuador de fines de la década del noventa del siglo pasado se dieron mayormente en el Palacio de Itamaratí, sede de la cancillería brasilera, no en Lima ni en Quito; y puedo seguir con más ejemplos, pero no lo haré. Lo que quiero decir para cerrar ese tema, es que la elección de un lugar para llevar a cabo conversaciones donde se traten temas delicados debe ser un espacio en el que ambas partes se sientan cómodas y con confianza para hablar con total franqueza.

Mejor quiero proponerle algo a quienes se oponen a la intermediación del Cardenal y que este haya ofrecido su domicilio. Digan de una buena vez que no desean que esta reunión se materialice, y que para lograrlo buscarán mil y un excusas porque perjudicarán seriamente sus aspiraciones políticas de cara a las elecciones municipales y regionales de 2018 como para las generales de 2021. Porque si el presidente Kuczynski y Keiko Fujimori logran finalmente limar sus asperezas –las cuales estos mismos opositores (al lugar del diálogo) exacerbaron-, las dos versiones de la derecha peruana (la empresarial y la popular), unidas, sin llegar a ser un co gobierno, podrán hacer que el país logre uno de los períodos de mayor estabilidad y buen gobierno de nuestra historia, lo cual los desaparecería políticamente por muy buen tiempo.

Bienvenido el diálogo, y muchísimas gracias Cardenal por ponerse nuevamente al pie del cañón cuando de la defensa de los más altos intereses nacionales se trata.

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