En ese sentido, Grecia es quizás el mejor ejemplo para ilustrar perfectamente los peligros de un Estado de bienestar excesivo. Al ingresar a la zona euro, el país continuó y expandió su elevado nivel de prestaciones sociales; y al 2009 ya mantenía una deuda pública alrededor de 110% de su PBI. A pesar de ello, el Gobierno continuó endeudándose a través de créditos bancarios y fuentes internacionales como el FMI para proseguir con sus subsidios. Todo ello sin preocuparse por consolidar una estructura productiva de manera que se consolidase una ventaja competitiva (a través de la I + D) y fortaleciera la economía frente a posibles shocks externos. Así, en Grecia se establecieron beneficios sociales sin precedentes en otros países de Europa, como jubilarse antes de los 50 años. Según la UE, mientras que en países como Suiza, Suecia y Dinamarca casi el 80% de la población entre los 55 y 60 años es laboralmente activa; en Grecia la cifra es del 46%. Además, las cifras del Gobierno griego indican que en el 2013 el país gastaba el 13% de su PBI solo en pensiones y que alrededor del 50% de las familias griegas vivían principalmente de la jubilación de algún miembro.
Además, no existían cifras exactas de la cantidad de trabajador públicos en el país, que se calcula en 30% de la PEA. Asimismo, año a año el número de beneficiarios de subsidios de desempleo aumentaba paulatinamente. Esta “fiebre” de gastos y beneficios en demasía no solo fue protagonizada por el Gobierno, sino por los mismos ciudadanos griegos, quienes al ser parte de la zona euro, empezaron a endeudarse a niveles muy elevados para elevar sus estándares de vida. Así, la “riqueza” de Grecia no estaba basada en un crecimiento económico positivo y sostenible, sino principalmente en el endeudamiento. Se podría decir que los griegos se acostumbraron a gastar y a vivir como si fueran alemanes y a exigirle beneficios a su Gobierno como si este tuviera los recursos del Estado alemán. Hoy en día, Grecia ya se ha despertado de ese sueño y se ha dado contra una realidad sumamente complicada en la cual, como dicen los economistas:”no hay lonche gratis”. Los niveles de calidad de vida se han derrumbado desde que se empezaron a aplicar las leyes de austeridad. El ingreso real de los griegos ha caído en más de 25% en los últimos 5 años, los impuestos han subido progresivamente y el desempleo ronda el 25%.
Esta situación ha sido un duro golpe para una sociedad “malacostumbrada” a un sin fin de beneficios sociales y crédito fácil, que hoy en día ha optado por apoyar a líderes más radicales como Alexis Tsipras, líder de la izquierda radical del país. De igual manera, países como España, Italia y Portugal han experimentado una situación similar donde la desproporción entre el nivel del prestaciones y el tamaño de las economías terminó por desestabilizar el Estado de Bienestar de estos países al ejercer demasiada presión sobre las finanzas públicas.
Se puede concluir que si bien Grecia es el ejemplo más resaltante, no todos los países que han desarrollado un Estado de Bienestar extenso muestran resultados negativos. En muchas naciones como las escandinavas ha habido un desempeño eficiente en cuanto al desempleo, la inflación, productividad, competitividad y crecimiento económico. El tema es que, según el Instituto CATO, “países con marcos institucionales y normativos más avanzados, como Alemania (donde factores de idiosincrasia cultural también juegan un papel importante en la visión del Estado de bienestar), han logrado compatibilizar de mejor forma el desarrollo de una economía competitiva con políticas sociales amplias pero focalizadas y sujetas a mayores estándares de eficiencia y eficacia.”
Por otra parte, se puede afirmar que el capital humano es quizás el activo más importante de una nación, el motor de su desarrollo. Por esa razón es clave que el Estado vele por la protección y asistencia de la población, pero solamente en lamedida que no se mengüe ni perjudique la capacidad de autosuficiencia de las personas. En ese sentido, las políticas de subsidios deben ser adecuadamente diseñadas e implementadas de una forma en la que brinden herramientas a la gente y no la incentiven a depender del Estado en demasía, con el objetivo de mantener una población con afán de valerse por si misma, comprometida con una fuerte ética de trabajo, la competitividad, la innovación y deseos de progreso, que son algunas de las principales características que han identificado el desarrollo de las grandes naciones y que hoy en día se están arraigando de manera considerable en las economías emergentes, donde el progreso se basa en el esfuerzo de una población activa, pujante y trabajadora, que busca superarse y salir adelante.
No en vano, el Presidente Franklin D. Roosevelt alguna vez dijo: “La continua dependencia de la dádiva gubernamental induce a una desintegración espiritual y moral. Persistir en la ayuda infinita es como administrar un narcótico, un destructor sutil del espíritu humano. No es en absoluto, una política sensata…” .
Fuentes: OCDE, Banco Mundial, FMI , FEDEA, CATO