Había una vez una República llamada Perú, por Diego Reinoso
«La corrupción y la desconfianza son la causa de esta crisis, llevando a la población a considerar un gobierno autócrata como remedio a esta crisis.»
Cada día que pasa luego del funesto 07 de diciembre de 2022 se descubren vínculos y nexos de Castillo y sus operadores; esta semana el Perú descubrió una red criminal de contrainteligencia que se organizaba al más alto nivel de gobierno. Los informes son contundentes, la tesis fiscal evidencia las tretas del intento de dictador, que buscaba atentar contra sus persecutores y pretender desarticular el trabajo de la justicia; sin embargo, el daño va más allá, la policía nacional se ve embarrada por un escándalo de corrupción y conspiración contra el Estado de Derecho.
Estos repetidos golpes que la institución policial ha sufrido durante el gobierno de Castillo, develan la táctica sistemática de la izquierda por quebrantar la institucionalidad de los organismos públicos con el objetivo de buscar el desprestigio, rencor y la desconfianza popular contra sus titulares y funcionarios, consiguiendo con ello exacerbar los ánimos para lograr la revolución que tanto anhelan.
El plan de Castillo para secuestrar las instituciones, crear redes de contrainteligencia y tener un gabinete paralelo que secundara sus planes criminales, proviene de un manual de dictadorzuelo; sin embargo, no es la primera vez que se aplicaría en el Perú. Tenemos el caso de Martín Vizcarra, quien en setiembre de 2019 disolvió inconstitucionalmente el Parlamento, pese a la protesta académica, el Tribunal Constitucional lo avaló; fatal golpe para la República del Perú.
Hay que recordar que el gobierno de Vizcarra, igual que el de Castillo, acusaba al Congreso, tanto al disuelto como al complementario, de buscar la destrucción de la democracia y se consiguió enervar a la población bajo el inexistente “golpe parlamentario” para deponer la sucesión constitucional tras la vacancia del Lagarto; suerte que no tuvo el profesor Chotano, pero lo intentó.
Estas acciones y muchas otras, como las designaciones en SUNEDU, las famosas consultorías, los influencers desinformando a sus seguidores y la prensa alternativa, han socavado la confianza de la población en sus instituciones y han dejando en agonía el sistema republicano.
La corrupción y la desconfianza son la causa de esta crisis, llevando a la población a considerar un gobierno autócrata como remedio a esta crisis; ahí la razón del título de esta columna “Había una vez una República”, cuando el sistema parlamentario estaba integrado por hombres de catadura moral, cuando las carteras ministeriales eran presididas por expertos de alto nivel en sus materias, cuando el mérito y la política concurrían en presidentes y funcionarios. Esa república de grandes políticos, notables embajadores, admirables ilustrados y de valiosos aportes, se llamaba Perú; hoy de ella queda este fruto malformado que agoniza con el pasar de sus días.
Podemos estar seguros que el golpe letal al modelo peruano lo trajo el banal populismo, pero el plan fue maquinado por la izquierda, porque son ellos los únicos que se han beneficiado con su caída.
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