Hipocresía política vs realismo social: el caso peruano, por Dante Olivera
«Si de personajes hablamos, es Vizcarra al que deberíamos culpar en gran parte por el deterioro de la frágil institucionalidad que tenemos, y no andar en fijaciones anti fujimoristas.»
“Terroristas malparidos”, “Vandalismo no es protesta, es terrorismo” se escucha desde un sector de las derechas. Buena parte de las izquierdas responden: “Terrorismo de estado”, “Indiferentes de mierda”. Muchas frases como las anteriores se pueden escuchar en el fuego cruzado de la guerra ideológica que se vive a raíz de las protestas y conflictos sociales en nuestro país (en especial en el sur). HIPOCRESÍA, debería, en realidad, ser el eslogan de muchas caretas ideológicas que tratan de aprovechar la situación actual para atraer a sus filas a más adeptos con un discurso “anti” (contra todo lo que no me guste), en vez de uno integrador.
Relatar los hechos que vive nuestro país está de más; sin embargo, se debe de ir más allá de lo evidente (narrar solo los hechos), debemos ir a las cuestiones de fondo y tener una amplia perspectiva sobre los hechos, ser transdisciplinarios, y anteponer la realidad a nuestras ideas; debemos ser realistas.[1]
Falacias y el origen de la crisis
La gran mayoría de izquierdistas dirá que las crisis son inherentes a nuestro sistema económico capitalista (que no es igual a libre mercado) o al “modelo neoliberal” que impera en nuestro país por más de tres décadas. Otros más “académicos” (como leía hace unos días de un conocido politólogo sanmarquino) le echarán la culpa al fujimorismo y su resentimiento e impedimentos a la gobernabilidad allá por el 2016. Finalmente, algunos libertarios dirán que la culpa es del Estado elefantiásico y los grandes intervencionismos. Diferimos y criticamos a las posturas anteriores.
En los fenómenos complejos (los sociales) no puede haber una relación funcional como decía Mises[2], no puede haber una causa única, sino que hay distintos factores que originan un fenómeno con sus múltiples consecuencias. Es por esto que resulta absurdo echarle la culpa de todos nuestros males al capitalismo, al modelo económico neoliberal, a nuestra Constitución, al fujimorismo o al estado. Nuestro sistema de apertura al mercado (el cual no es más ni menos que un proceso continuo de intercambio de mercancía, valores, intersubjetividades y relaciones intersubjetivas)[3] forma parte de las mejoras que tenemos como sociedad, hoy en día, en comparación a los 90, la clase media ha emergido, hay pequeños, medianos y grandes emprendedores en diversos sectores del país, los más jóvenes pueden acceder a educación superior, la gran mayoría de peruanos cuenta con aparatos electrónicos propios de la modernización del país, etc.[4] En tal sentido, no podemos decir que “estamos peor o igual que antes”, sino que ha habido cierta mejora. Esto no exime los males que tenemos y los retos que nos faltan por cumplir, entre ellos la labor del estado y el mercado en la satisfacción de necesidades básicas de subsistencia para el libre y correcto desarrollo de la personalidad y proyecto de vida de todos. Luego, echarle la culpa de todo al fujimorismo es un raro fetiche que tiene cierta clase intelectualoide en el Perú (de hecho, me animo a proponer que se puede medir la calidad de nuestra élite intelectual dependiendo de las veces que le echan la culpa de todos nuestros males al fujimorismo), lo cual evidencia que se impone la ideología a la realidad.[5] ¿Qué puede hacer hoy un fujimorismo casi muerto y desacreditado por su lideresa? ¿Se evidencia una clara alianza entre ellos y los medios como en los 90? ¿Acaso el fujimorismo representa a toda la derecha? Las respuestas son obvias. Lo cierto es que parte de la responsabilidad está vinculada con la gestión que tuvieron del 2016 al 2018 con mayoría congresal.
En nuestro caso, siguiendo a Acemoglu y Robbinson[6] y Hayek[7], diremos que una grave y perpetua crisis que tenemos es la del deterioro de las instituciones, esto está a la par con nuestro problema de la identidad o peruanidad (cultura)[8] y el estado fallido que tenemos.[9] Nos centraremos esencialmente en el tema institucional al considerar su mayor relevancia.
Desde inicios del nuevo siglo se vio una esperanza con el gobierno de transición de Paniagua, pasando el gobierno de Toledo y García se veía un resurgir del Perú con su desarrollo económico y social (salvo los conflictos sociales que siempre fueron frecuentes). Entrando a la década pasada con Humala se comenzó a ver ya el deterioro institucional de nuestro país, peor aún, comenzábamos a decrecer económicamente. Salieron poco a poco más escándalos de corrupción y la clase política comenzó a decaer más que nunca entrando al terreno de la mediocridad. Esto se evidenció sobre todo con PPK.[10]
Pero, si de personajes se habla, tendríamos que señalar ni a Fujimori ni Castillo, sino a Martín Vizcarra. Vizcarra compró y se alió con los medios (el lobby estatal que tantos años denuncian las izquierdas), copó las instituciones de justicia con sus allegados (reforma del CNM por la JNJ), destruyó la formación de la débil clase política que aún nos quedaba con la no reelección parlamentaria, acrecentó más la falsa dialéctica y “odio” entre poderes del estado (Ejecutivo vs Legislativo), dio un golpe de Estado con una patética interpretación constitucional y gobernó como él quiso con decretos legislativos durante más de medio año (sin olvidar la pésima gestión del coronavirus y la falsa dicotomía entre salud y economía).[11] Si de personajes hablamos, es Vizcarra al que deberíamos culpar en gran parte por el deterioro de la frágil institucionalidad que tenemos, y no andar en fijaciones anti fujimoristas.
Desde el 2016 (y con apogeo en los años de Vizcarra) no se ha hecho más que deteriorar las instituciones políticas y esto, a su vez, genera poca eficiencia en la ejecución de políticas públicas.[12] Esto es responsabilidad tanto de actores políticos como de la propia ciudadanía que no está (como idealmente se quisiese) vigilante del poder político y con autorresponsabilidad de sus acciones.
El problema de los medios
Desde el origen de la República hubo intereses de todo tipo, estaban los criollos, caudillos, civilistas, oligarcas, hacendados, la incipiente burguesía, etc. Dentro de todos estos intereses estaban los de los medios (empresas) de información. Desde el primer brote de la independencia hubo mucho interés mediático a favor de nuestra independencia, este interés impulsó el ideal revolucionario que desembocó en nuestra independencia.[13] Si desde la Independencia se vieron las influencias de las empresas de información, estas alcanzaron su punto máximo en el fujimorato.[14]
Las empresas de información casi siempre, sino siempre, estuvieron allí, junto con el poder, no cumplieron la función de “cuestionar al poder” como una vez escuché de Hildebrant, sino que fueron sumisos a este. La crisis actual no es ajena a ello.
Castillo debilitó fuertemente la relación de las empresas mediáticas con el poder al quitarle buena parte de la publicidad estatal[15], esto es un gran factor del ataque desmedido y desproporcionado que recibió (lo cual no niega la mediocridad de su gobierno). La herencia de Dina aún parece ser ambivalente respecto al papel mediático que tendrá. ¿Por qué, pues los medios incentivaron las protestas contra Merino, azuzaron a los jóvenes y sacaron reportajes sobre la Generación del Bicentenario con dos muertos, pero no se oponen totalmente a Dina, no azuzan a la masa y ahora critican a los protestantes más que nunca? Pase o no la turba social que se vive, la enseñanza es clara: debemos ser los más críticos con los que, supuestamente, deben ser críticos con el poder, pues este resulta ser uno de los peores males que padece nuestro país.
La hipocresía en su máxima expresión
¿Con qué cara pueden reclamar por los muertos y por las luchas justas del pueblo aquellos que tienen como ídolos al Che Guevara,[16] Lenin,[17] Stalin, Pol Pot, a Mao[18] y tantos otros genocidas mundiales de izquierda?[19] ¿Con qué moral (aunque ellos se llamen amorales) se puede reclamar y criticar las muertes aquellos marxistas que no ven en las víctimas un fin en sí mismo, sino un medio para una revolución? ¿Aquellos que rozan con el filo terrorismo y que admiran lo que hizo el “presidente Gonzalo” o ciertas acciones del MRTA en los 80 y 90? Y es que aún me sigue causando intriga y zozobra el cómo buena parte de las izquierdas y diversos se alzan como los paladines de la justicia o las luchas de un pueblo al que ven como un medio para llegar a un mayor estadio histórico. Ni qué hablar de los terruqueadores que ven en todos lados al “fantasma del comunismo” que profetizaba Marx o que hace dos años aplaudían las marchas contra Merino y pedían su renuncia, pero hoy se oponen férreamente a que Dina renuncie. Peor aún, de los caviarones que denuncian al Estado, pero se olvidan de los vándalos, azuzadores, violentos y el exceso de los manifestantes. ¿Cómo no se puede llamar a eso sino ser hipócrita? Que este contexto nos ayude a ver quiénes de verdad piensan en una paz social, en el llamado interés social y personal y no en intereses netamente ideológicos.
Hacia un mejor mañana
¿Qué hacer? Es la pregunta principal ante todo esto. La respuesta puede ser desalentadora.
En mi vida intelectual tengo marcada cierta frase que una vez escuché: la pregunta NO hacia dónde se dirige la historia, sino hacia dónde la DEBERÍAMOS dirigir, dando a entender que no existe un telos metafísico en la historia, sino que esta es construida en base a nuestras acciones.
En base a lo anterior, nos animamos a decir que nuestras acciones individuales y sociales deben estar orientadas de acuerdo a mejores ideales, a aquellos que sean realistas, verdaderos y tengan un grado de certidumbre mayor, contrario a aquellos que carecen de lógica, razonamientos, incoherencias o hayan sido refutadas en el plano fáctico. Al respecto, Bondy mencionaba que “gracias al conocimiento, el hombre orienta su existencia en el mundo y aprende a dominar la realidad. El conocimiento es un instrumento de defensa y acción, el más eficaz medio que dispone el hombre para subsistir y operar en el mundo”[20].
Al mismo tiempo, debemos dejar de lado los discursos que no aporten al desarrollo ni progreso social, y aquellos que tengan una actitud mediocre o simplista (el lector sabrá identificar las ideas a la que nos referimos). Solo con las acciones basadas en las ideas adecuadas podrán hacer un gran cambio a futuro.
Lucidez.pe no necesariamente comparte las opiniones presentadas por sus columnistas, sin embargo respeta y defiende su derecho a presentarlas.
Notas
[1] Sobre la posición a tomarse, nos decantamos por un realismo epistemológico de Popper y Tarski, así como el sistemismo bungeano.
[2] Von Mises, L. (2011). La acción humana. Unión Editorial. En el Estudio Preliminar de Jesús Huerta de Soto explica bien estqa posición epistemológica.
[3] Una excelente y completa introducción al mercado la da Sowell, T. (2011). Economía básica. Un manual de la economía escrito desde el sentido común. Deusto.
[4] https://www.bcrp.gob.pe/docs/Proyeccion-Institucional/Encuentro-de-Economistas/2021/ee-2021-s6-castillo-huaranca.p df y https://gestion.pe/peru/peru-pais-mayor-reduccion-pobreza-multidimensional-ultima-decada-272889-noticia/
[5] Algunos ejemplos son Gustavo Gorriti, Anahí Durand, César Hildebrandt, entre otros.
[6] Aemoglu, B; y Ronbinson, J. (2014). ¿Por qué fracasan los países? Deusto
[7] Hayek, F. (1998). Los fundamentos de la libertad. Unión Editorial. Especialmente su tercera sección sobre la aplicación de principios.
[8] Sobre el problema de la identidad y la peruanidad, pueden consultarse los siguientes libros: Matos Mar, J. (1984). Desborde popular y crisis del estado. IEP; Chanamé, R. (2021). La República Inconclusa. Fondo Editorial Cultura Peruana; Klaren, P. (2004). Nación y sociedad en la historia del Perú. IEP; Yamamoto, J. (2019). La gran estafa de la felicidad. Paidos.
[9] Consideramos que el mejor estudio que se ha hecho, dentro de su determinado contexto, es el de Hernando De Soto con El otro Sendero. Uno de los estudios más recientes e interesantes se puede encontrar en: Dargent, E. (2012). El estado en el Perú. Una agenda de investigación. Pontificia Universidad Católica del Perú.
[10] https://iep.org.pe/wp-content/uploads/2016/03/infografia_instituciones_2016-1.pdf
[11] Para más detalles puede leerse: Paredes, C. (2021). El perfil del lagarto. Radiografía de un político con sangre fría. Planeta.
[12] https://cdn.www.gob.pe/uploads/ document/file/3339865/Per%C3%BA%3A%20Percepci%C3%B3n%20Ciudadana%20so bre%20Gobernabilidad%2C%20Democracia%20y%20Confianza%20en%20las%20Instituciones%3A%20Julio%20-%20Diciem bre%202021.pdf
[13] Al respecto, hay un interesante papel que jugó la prensa limeña en las guerras de Independencia (dado el centralismo que se tenía en esa época), esto se podría tomar como la primera gran influencia en masas en el Perú. Vease el estudio de Tello, A., y Choque, E. (2022). Influencia y reacción: El doble actuar de la prensa limeña en las guerras de independencia (1813-1815). Revista Revoluciones Vol. 4 (8). 33-52.
[14] Godoy, A. (2020). El último dictador. Vida y obra de Alberto Fujimori. Debate
[15] https://infomercado.pe/publicidad-estatal-cuanto-han-dejado-de-ganar-los-grandes-medios-privados-090922-cch/
[16] “Tenemos que decir aquí una verdad conocida que la hemos expresado siempre ante el mundo. Fusilamientos, sí, hemos fusilado, fusilamos y seguiremos fusilando mientras sea necesario. Nuestra lucha es una lucha a muerte” Palabras de Ernesto “Che” Guevara en el su discurso ante Naciones Unidas en 1964.
[17] “En principio, jamás hemos renunciado ni podemos renunciar al terror. El terror es una acción militar que puede ser utilísima y hasta indispensable en cierto momento de la batalla”. Lenin, V. (1981). Obras Completas. Tomo 5. Editorial Progreso.
[18] Queralt, X. (2019). La justificación de la violencia en el marxismo-leninismo: de la reflexión teórica a la violencia de estado. Revista d’Humanitats 04-09. https://repositori.uic.es/handle/20.500.12328/1657. Si bien concordamos con el análisis de que Marx y Engels teorizaron sobre la violencia en una época en la que esta era ampliamente aceptada en la sociedad, 200 años después hay otras condiciones que hacen que esta teoría de la violencia sea no válida por si no correspondencia con la realidad.
[19] Coutois, S; Werth, N; Panné, J; Paczkowski, A; Bartosek, K; y Margolin, J. (2021). El libro negro del comunismo. Crímenes, terror y represión. Arzalia Editores. El libro ofrece amplios ejemplos de la tortura y el terror sistemático que se aplicaba en dichos regímenes. Por nuestra parte, diferimos del uso inexacto del término “comunismo” (un mejor término sería socialismos o regímenes que intentaron aplicar ideas marxistas), así como ciertas cifras muy especulativas y poco confiables. La riqueza del libro, como mencionamos, es su relato de hechos hasta ese entonces poco conocidos.
[20] Bondy, A., y Miro Quezada, F. (1971) Introducción a la filosofía y la lógica, p. 7.