La fe se expresa en motivos culturales que la han configurado, esto es innegable. La semana de oración por la Unidad de los cristianos se realiza en Jerusalén una semana después que la nuestra en Occidente. La pregunta que nos hacemos en estos momentos de Oración por la unidad, en definitiva, no se encuentra sobre cuál es la verdadera Iglesia, esa es una discusión vacía que no tiene fundamento en un cristianismo de que quiere ser un aporte en el Shalom que quiere ofrecer Abbá como don y que genera una responsabilidad en nosotros.
Cada tradición cristiana ha desarrollado una forma particular de seguir a Jesús, su Teología ha ido justificando y profundizando su propia experiencia. Ello me hace pensar que no podemos establecer una Teología como única, así las tradiciones litúrgicas y la convivencia pacífica entre cristianos lo evidencian, siendo una gran oportunidad para pensar otros grandes temas más relevantes que las discusiones apologéticas.
Es tiempo de aprender de los demás cristianos. Es muy probable que hayan facciones fundamentalistas entre estos grupos cristianos pero no puedo negar los acercamientos y valoración positiva que me genera estar aquí a partir de una comprensión entre la relación fe y cultura. Estoy seguro que podemos iniciar desde el diálogo ecuménico un diálogo sereno con las grandes tradiciones religiosas del mundo, Jerusalén lo exige.
La iglesia del Santo sepulcro es un ejemplo de lo que quiero decir. Hay cristianos católicos romanos, hay cristianos ortodoxos sirios, cristianos ortodoxos etíopes que conviven en fraternidad y sororidad, es cierto que no comparten la misma mesa eucarística, pero ahora me pregunto cuál es el motivo, pienso que se debe a que queremos negarnos entre nosotros lo más preciado que tenemos, hemos colocado barreras para lo sagrado y nos hemos excomulgado los unos a los otros en una lucha por la verdad olvidando que lo único verdadero es la praxis de Jesús que ha revelado el Dios en el que queremos vivir.
Estos días de oración por la Unidad de los cristianos en Jerusalén me han mostrado que cada tradición tiene mucho que ofrecer desde su riqueza espiritual. Cada uno va aprendiendo y enseñando lo que aman y les ha generado vida por siglos: los católicos romanos su seguridad, los protestantes su libertad en la liturgia, los ortdoxos su diferencia entre lo sagrado y lo más sagrado; cada uno con la particularidad que los rasgos culturales les ha configurado en el tiempo. Todo esto confirma, de modo personal, un modo de hacer ecumenismo y también Teología: desde las bases culturales, por ello, humanas y jamás desde esa apologética retorcida que quiere probar verdades a través del fundamentalismo irracional. A Dios no se le demuestra, a Dios se le muestra.
Mientras termino estas líneas escucho el canto de los cristianos ortodoxos etíopes y es cierto que no los comprendo, pero hay dos caminos: los rechazo y digo que soy de otra tradición cristiana o me inclino hacia lo que ellos pueden enseñarme. Mis pies están descalzos en un monasterio que no es católico romano pero donde todo me habla de Dios.