La noche anterior fue atípica. Sí, seguía siendo extraño tener que dejar un año atrás para darle la bienvenida forzada de enemigos a mil experiencias nuevas, sean buenas o malas, raras o comunes. Nunca llegue a saber a ciencia cierta cuál era el motivo de celebración. Se celebraba el éxito del año saliente o los mil deseos del entrante. Creo más bien que lo más fructífero de estas fechas es esa mañana siguiente de resaca reflexiva. Una mañana (o tarde) en la que ya todo ha terminado y tus fuerzas se agotan en cada movimiento. Las piernas duelen de tanto bailar. La voz tiembla en decibeles paupérrimos. La mirada cae ante el exceso y el arrepentimiento de cosas que no debiste hacer te cala los huesos. ¿Qué piensas en la cama con esas condiciones marginales mientras tus amigos preparan el desayuno a grandes voces en el piso de abajo? La respuesta recae en otra pregunta no menos compleja: ¿Quién seré este año?
En la introducción de mi libro de relatos confesé ese exótico placer que me invade cuando experimento el cambio, cuando se aproxima o llega lo nuevo. Es una sensación similar a aquella del cuaderno recién forrado que metes a tu mochila del colegio un domingo de marzo. Quizá parecida a oler las hojas de un libro que acabas de comprar o el perfume dulzón en el cuello de Ella. La llegada de otro año es eso: La excitación por lo nuevo y ajeno, pero al mismo tiempo la nostalgia de un pasado que no volverá jamás, la desolación invadiendo el cuerpo de quien se da cuenta de que la vida es tan efímera como las rosas.
¿Y por qué ser otro? Porque la vida nunca es igual. El ambiente siempre te afectará y te hará distinto. Claro que tu esencia nunca va a cambiar y la puedes encontrar todas las veces que quieras en tu sonrisa, esa sonrisa que mantienes desde la infancia. Pero es necesario ese cambio. Mientras los demás ya se han cambiado para ir a la playa tú sigues hecho una marmota con las sábanas humedecidas y los ojos legañosos. Pensando. Analizando. Ponderando. Identificando lo malo para espectorarlo como la flema más indeseable. Te duchas y al secarte frente al espejo decides quién serás. Un diente, dos dientes, tres dientes, todos. Menta. Sonríes. Sonríes y ya sabe que estás ahí, eres tú en una versión mejorada. Eres un Tú más perfecto y recién puedes desearte un feliz año nuevo.
Máncora 1 de enero del 2015.