Intervención del Estado: ¿buena o mala?

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Reza el dicho que si un economista tiene una opinión, y lo juntas a conversar con otro economista con una opinión diferente, como resultado de dicha conversación saldrán cuatro opiniones. Lo mismo ocurre con el rol del Estado en una economía. Hay ideologías donde se cree que el Estado tiene que intervenir siempre, pues como ente centralizador de decisiones podrá optimizar la utilidad de su país al proveer los recursos de manera equitativa. En el otro extremo, se cree que se debe minimizar la intervención del Estado y que esta solo sea para corregir imperfecciones que el mercado no lo pueda resolver naturalmente, dejando la provisión de recursos al mercado.

Ahora, ¿dónde está ubicado el Perú? Hoy en día nos podemos situar en el centro, con algunas desviaciones hacia ambos lados dependiendo del sector en el cual nos encontremos. La desviación hacia la extrema intervención se podría ejemplificar con el servicio de agua potable. Hacia el otro extremo, se encuentran el servicio de medios de información, donde los diarios gozan hoy de una independencia del Estado. La intervención del Estado es un tema complicado, y su equilibrio es como el filo de una navaja. Es muy fácil caer hacia cualquier extremo, siendo difícil regresar al equilibrio después.

¿Es saludable la intervención del Estado en Perú? En mi opinión, sí. Estamos en un balance casi perfecto donde el Estado está donde debería de estar. Un tema totalmente diferente es si se está haciendo un buen trabajo o no, pero eso no lo tocaré hoy. ¿Dónde debe estar el gobierno? Considero que es necesario que, como nivel mínimo de intervención, se encuentre en (i) los monopolios naturales, (ii) bienes públicos, (iii) bienes vitales y (iv) recursos naturales.

Un monopolio natural es aquel mercado donde los costos fijos de producción del producto o servicio son muy altos y es eficiente que el Estado asuma el control del mercado o regule la empresa privada que tenga dicho monopolio. Todo esto con el fin de evitar que el monopolista imponga un precio no competitivo. El servicio de agua potable o luz eléctrica son ejemplos de monopolios naturales donde el Estado brinda y regula ampliamente.

Por otro lado, los bienes públicos son aquellos bienes y servicios que cualquiera puede consumir sin afectar al consumo de otras personas, independientemente si uno paga o no por el bien o servicio. En este caso el problema está en que nadie se hace responsable del bien o servicio porque esperan que otros lo hagan. Claros ejemplos son la defensa nacional, salud y educación: todos nos beneficiamos de ella, así paguemos o no nuestros impuestos.

Asimismo, los bienes vitales aquellos bienes y servicios que son necesarios para garantizar un nivel de calidad de vida aceptable. Por ejemplo, los alimentos, mercado laboral, fondos de pensiones, etc. En estos casos no es bueno que el Estado tome el control, pero que si establezca claramente las reglas de juego y supervise su correcto cumplimiento. En caso alguien trasgreda estas reglas de juego, el Estado debería de intervenir y sancionar a los culpables, para garantizar el bienestar de los ciudadanos.

Finalmente, el Estado debe velar por la correcta explotación de los recursos naturales, ya sea en la minería o la pesca. En el primer caso, el Estado debe regular la empresa privada encargada de explotar un mineral en una cierta zona, pues las externalidades negativas que la minería puede llegar a causar son grandes y el Estado se debe de encargar de minimizarlas. En la pesca, al ser un recurso natural renovable, el Estado debe garantizar la sostenibilidad de las especies marinas en cuestión, al aplicar cuotas de explotación y prohibiciones de pesca en época de reproducción.