El terror hoy en día ha adoptado una forma especial, casi minimalista. Los atentados ya no son el resultado de minuciosos planes, ensayados por años y ejecutados a gran escala, cobrando cientos de vidas. Hoy todo es más simple. Un demente con acceso a un cuchillo de cocina o capaz de alquilar una furgoneta, puede de infligir un tipo de terror distinto, uno que, por su simpleza, por lo rudimentario de las herramientas utilizadas, se hace más impredecible y, por ello, más atemorizante. El terror, en el siglo XXI, es un ‘trend’ de internet.
Y es que póngase a pensar. El Estado Islámico (ISIS) ni siquiera tiene que esforzarse en reclutar adeptos, lo suyo es una moda entre lunáticos, el ‘Harlem Shake’ de los dementes, el ‘planking’ de los psicópatas y fanáticos. Se esparce de la misma manera y resulta, perversamente, en la posibilidad de hacerse “famoso” si el atentado se viraliza. ISIS solo vende el reconocimiento, el certificado emitido a posteriori, les regala a los aspirantes a terroristas un “lo hizo en mi nombre” cuando lo más probable es que recién se entera de su existencia con la sangre derramada y los cuerpos de sus “mártires” chorreados por el piso.
Ahí reside el verdadero poder de este grupo terrorista. Es una masa amorfa que, con un manejo inteligente de las redes sociales y de internet en general, se ha convertido en una tendencia y cala en lugares donde otros grupos nunca han calado. Es un fantasma que inspira en silencio y que ha dejado claro que un atentado no necesita de mucha pompa y circunstancia, solo ganas de hacer daño.
Pero ISIS, sobre todo, es un mal meme (meme en el sentido acuñado por Richard Dawkins en 1976, como una unidad cultural, como un ‘gen’ es para la biología). Una metástasis de comportamientos e ideas podridas que se sabe esparcir y replicar como virus, apuntando a quienes, para ellos, son los más vulnerables: jóvenes musulmanes habitantes del mundo occidental que sueñan con la fama que les da morir por su dios.
Theresa May, primer ministro de Gran Bretaña, dio indicios de cómo habrá que enfrentarse a esta situación. La batalla puede librarse con bombardeos e incursiones militares, pero la solución se logrará luchando desde la trinchera de internet. El oxígeno de ISIS es la distribución de su veneno por la red y cortando sus formas de comunicación es la única forma de lisiarlos como institución. Al terror hay que sofocarlo quitándoles la voz, cualquier otra cosa sería una solución epidérmica, efímera.
Pero también es importante, así como sofocar la voz de los canallas, que se alcen las voces de quienes se le oponen y que, sobre todo, se enfrente (cuando se pueda) a quienes perpetran estas barbaridades. El coraje, por ejemplo, de quienes se encararon a los terroristas el sábado pasado en Londres, es una forma de contrarrestar el crecimiento y la fuerza de ISIS.
La mejor arma contra el terrorismo, sin duda, es no tener miedo.