La semana pasada entró un hombre a un colegio Japonés con un cuchillo. Nadie se lo esperaba y felizmente solo un profesor salió con una herida en el brazo. Luego de este suceso los estudiantes siguieron estudiando, aunque luego de clases debieron regresar a casa en un bus en vez de caminando. Al ir a dictar clases la semana siguiente, los profesores me contaron esta historia con sorpresa, y esto es porque Japón es uno de los países con el menor índice de crimen entre los países industrializados. Por ejemplo, en el 2015, solo un crimen armado fue registrado en este país de 127 millones de personas.
Hace 2 meses llegué a este país, y en este tiempo solo he visto 2 carros de policía. Son pocos pero la cantidad de policías está creciendo cada vez más. Esto hace que se aburran más y más de su trabajo. Existen 259 000 agentes que aseguran la seguridad del país. Pero no solo la seguridad en términos de crímenes “graves” sino también en las faltas consideradas pequeñas. Los agentes se aseguran que las bicicletas no crucen la luz en rojo o que los ciudadanos no compartan el precio de un taxi. Las investigaciones policiales no son entonces a rateros sino a ciudadanos que en otros países no serían investigados. Fumar marihuana en tu propio hogar puede valer una investigación. Las situaciones pueden ser aún más extrañas como cuando 5 policías hicieron guardia durante varias horas a un carro abierto para que nadie se robara un pack de cervezas.
No olvidemos sin embargo que Japón es un país de mafia. Varios baños públicos no aceptan a personas con grandes tatuajes porque mayormente se reconoce a los miembros de la mafia (Yakuza) de esta manera. Existen 21 grupos criminales designados en Japón que tienen en total unos 53 000 miembros. La posibilidad de un enfrentamiento entre ellos tiene en alerta al cuerpo policial.
El ingreso de estos grupos viene mayormente de la prostitución, los juegos de azar ilegales, el tráfico de armas y el chantaje. Su código moral estricto y respeto es muy reconocido. En el pasado, los miembros de la mafia se cortaban el dedo meñique cuando cometían alguna ofensa o para proteger a algún miembro joven del grupo de ser asesinado en represalia por algún error. Hoy en día las marcas son menos obvias, pero los grupos mafiosos siguen funcionando subterráneamente.
El año pasado, el fotógrafo Anton Kusters publicó su tercera edición de fotos de los Yakuzas en Japón. Durante 10 meses fotografió miembros de la mafia japonesa y descubrió sus historias y el funcionamiento de este mundo que nos es tan extraño. Puedes ver sus fotos en este link.
En nuestro país, aún siguen los juicios relacionados al terrorismo. El cabecilla de Sendero Luminoso apareció hace unos días pero guardó silencio en la audiencia. Aunque no habló con palabras, habló con acciones al alzar el puño en el aire. Algunos a la luz, otros en la oscuridad, siguen habiendo personas que viven de un modo que la mayoría de la sociedad no aprueba. Muchas veces no podemos hacer nada para detenerlos pero lo que sí podemos hacer es apoyar a nuestras autoridades que, a pesar de tomar decisiones que no siempre nos agradan, tratan de dar lo mejor para su país. En Japón los ciudadanos colaboran con los policías, en Perú se ha perdido poco a poco el respeto hacia los que nos brindan seguridad. Apoyemos, y hagamos así el trabajo más fácil para nuestras fuerzas del orden. ¿Cuándo será en día que en Perú también se deban “inventar crímenes”? Para ayudar a la seguridad y la reducción del crimen en Perú ¿tú, qué estás haciendo?
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