Bueno es recordar, cuando la Pontificia Universidad Católica del Perú celebra su centenario de fundación, que esa casa de estudios rompió el monopolio estatal de la enseñanza universitaria y acogió, al menos en las clases de latín, a tres izquierdistas, uno de ellos José Carlos Mariátegui, como ha contado detalladamente el historiador Antonio Zapata el 29 de marzo en La República. Para lograrlo, su fundador, el padre Jorge Dintilhac, elegido rector por el comité organizador, pidió el 12 de diciembre de 1916 al Estado, el reconocimiento oficial de la creación de una Academia Universitaria, semilla de lo que luego quería que fuera la Universidad Católica.
Lo hizo en nombre de la congregación de los Sagrados Corazones, ateniéndose al artículo 402 de la ley orgánica de Instrucción vigente en 1916, con el fin de preparar a los alumnos para los grados académicos. Solicitaba que se le concediera valor oficial a los exámenes que al fin de año 1917 los estudiantes tendrían que rendir en dicha Academia. Era presidente José Pardo y Barreda; y ministro de Justicia, Culto e Instrucción Wenseslao Varela.
No fue fácil. El gobierno reconoció la Academia Universitaria, con su única rama de estudios humanísticos. Pero dejó en suspenso la validez oficial de sus exámenes, hasta que sea definido por el Consejo Universitario de San Marcos. Era una aprobación sobre el papel, pero no en la práctica, porque en San Marcos, la mayoría de autoridades y catedráticos se oponían a la creación de una universidad privada y católica, que era lo que se quería iniciar, en realidad, con la Academia Universitaria.
El padre Dintilhac no se asustó. Al contrario, decidió afrontar directamente la creación de la Universidad Católica, con dos facultades, jurisprudencia y letras. En diversos estudios se han recogido los nombres de las personas que, desde la cátedra universitaria y desde la prensa diaria, se opusieron a este proyecto, con un sentido liberal del pensamiento y de la vida.
El padre Dintilhac, afrontó la adversidad con fortaleza, convencido en la bondad de su proyecto. Acompañado por Jorge G. Velaochaga, como secretario, y Víctor González Olaechea, como tesorero, el primero de marzo de 1917 pidió autorización para el funcionamiento de una Universidad Católica como universidad libre, acogiéndose al citado artículo 402, para conferir grados universitarios a sus alumnos, habilitándolos para su incorporación a las universidades públicas conforme al artículo 385 de esa misma ley.
El 24 de marzo de 1917 el gobierno da una resolución suprema, tomando nota del establecimiento de la Universidad Católica con las dos facultades ya citadas, por lo que el rector afirmaría años más tarde que la resolución suprema “fue la que dio vida a la Universidad Católica, la que llenó de júbilo a nuestros corazones y sembró el desaliento en las filas de nuestros contrarios” [Cómo nació y se desarrolló la Universidad Católica del Perú, 30 años de vida (1917-1946) ].
La inauguración ‘semi-solemne’ fue 15 de abril, con una misa en la iglesia de la Recoleta y un discurso del rector, que remarcó “el ideal cristiano representado en la cruz, símbolo de que sin sacrificio no es posible adelanto alguno”, como apunta el historiador Teodoro Hampe Martínez [Historia de la Pontificia Universidad Católica del Perú (1917-1987)]. Los primeros catedráticos de la facultad de Letras fueron unos pocos profesionales capacitados y algunos religiosos. La facultad de Jurisprudencia no funcionó hasta 1919, dada la constante campaña de desaliento de “los contrarios”, como decía el rector.
Los alumnos regulares fueron nueve y por lo menos once los libres, como afirma Zapata, entre lo que estaban José Carlos Mariátegui, César Falcón y Glicerio Tassara: “los dos primeros fueron fundadores del marxismo en el país, mientras que Tassara era director de uno de los periódicos anarcosindicalistas”. Los veinte pagaron los 40 soles de la matrícula. Según cuenta Zapata a esos tres izquierdistas les interesaba las clases de latín del padre español Pedro Martínez Vélez, amigo de Mariátegui, que cuando regresó a su patria fue asesinado por los anarquistas. El sacerdote murió mártir en la guerra civil española una década después de Mariátegui, el fundador y presidente del partido socialista peruano, que falleció el 16 de abril de 1930.