La trama de Martín Belaunde Lossio ha puesto sobre el tapete de Bolivia y de Perú el rol que ha jugado Venezuela en los últimos años. Porque de una u otra forma–incluida la presentación de Nadine Heredia en una comisión del Congreso–todo lleva a Caracas, donde el dinero del petróleo ha financiado gobiernos, partidos y candidatos de Cuba, Argentina, Bolivia y Dios sabe cuántos más países, grupos y personas.
Y es que más allá de las alianzas formales o los grupos de colaboración entre las naciones, la verdadera integración en Sudamérica se da en dos partes: los partidarios de la libre empresa y los partidarios del estado de bienestar. Venezuela, cabeza visible de los partidarios del socialismo ideológico, ha entrado en trompo con una población indignada, que pide la caída del presidente y de su aparato político; todo indica que ya se va acercando la hora de que ello ocurra.
En Lima, calentando prematuramente motores para las elecciones generales del próximo año, los partidos de oposición han iniciado una ola de jugadas para poner al gobierno contra las cuerdas, hasta el punto de que, a falta de capacidad de reacción rápida, podría tirar la toalla en algún momento. El objetivo de la oposición es eliminar a Nadine Heredia, presidenta de su partido, como cabeza de lista parlamentaria, dejando espacio en el Congreso para los grupos que hoy están en fuera del gobierno.
La carnicería política que se avecina podría provocar, como ocurre con una fiera acorralada, una reacción desproporcionada, brusca y hasta cierto punto torpe, que rompa las reglas y patee el tablero. Algunos medios de comunicación, usando y abusando de los resultados de las encuestas y de la táctica de las entrevistas seleccionadas y las preguntas inducidas, alimentan esta hipotética reacción, que hay que desear que no ocurra.
La judicialización de la política ha puesto a procuradores, fiscales, jueces y magistrados en el primer plano de la noticia, y a los políticos en el banquillo de los acusados para delicia de los medios de comunicación (y el desconcierto de los electores). Jugar con fuego puede quemar. Queda por saber si la caída de Maduro arrastraría a otros presidentes de su cuerda; o que el desgaste y el destape de tramas como la de Martín Belaunde Lossio termine por acabar con el actual gobierno peruano.