Me parece bien que exista un sano rechazo a Keiko Fujimori y lo que representa, es importante no olvidar los estragos que ocasionó el fujimorismo (del que Keiko no ha deslindado del todo), la memoria del pueblo está presente y lo celebro. De igual manera, respeto a quienes, por una reflexión profunda y consciente, creen que ella constituye el «mal menor» frente a PPK. En ambos casos, estamos ante la democracia y la libertad de pensamiento y expresión, de las ideas que convergen en un escenario político diverso y que nos permiten a nosotros, y solo nosotros, los peruanos, tomar una decisión, sea esta buena o mala.
Ahora bien, lo que sí cuestiono es el odio desmedido a la candidata de Fuerza Popular. ¿Por qué? No solo porque creo que las pasiones exacerbadas son enemigas de la razón y de las decisiones libres y conscientes, sino porque el odio es capaz de convertir en un probado crimen cualquier suspicacia. Esto es lo que ha sucedido con el intérprete de lengua de señas Jimmy Arimborgo, encargado de traducir el debate presidencial del domingo a la comunidad sorda del país y que ha sido acusado, entre otras cosas, de alterar la traducción para favorecer a un candidato, de no tener ética profesional y de ser fujimorista.
La labor de Arimborgo fue puesta en entredicho por una reconocida educadora y activista sorda, Susana Stiglich. Ella dijo que «le parece» que está parcializado y colgó una foto de él al lado de los simpatizantes del fujimorismo. Arimborgo, en su descargo, alega que esa foto se tomó en el marco de una actividad en el local de la Asociación de Sordos del Perú, en la que solo fungió de traductor, ya que ese es su trabajo. Sin embargo, en las redes sociales, el delito estaba ya oleado y sacramentado, una foto al lado de los fujimoristas: culpable.
El colmo de la ignorancia es que personas que no saben ni una sola palabra en Lengua de Señas Peruana (LSP) tengan la completa certeza de que una «mafia fujimorista» de la lengua se señas se ha «infiltrado» en las traducciones de la misma, con el fin de manipular a los sordos, que, a decir de sus comentarios, deben pensar que además tienen algún grado de retardo mental que les impide tomar decisiones políticas informadas y críticas y que un simple intérprete puede hacerlos votar por Fujimori. Lo lógico, pienso yo, sería darle el beneficio de la duda a Arimborgo y solicitar mayores indagaciones, en especial porque la información que se ha deslizado no es fácil de comprobar por cualquier persona.
Los cuestionamientos a los intérpretes de LSP no son nada nuevos dentro de la comunidad sorda, se les ha acusado varias veces de inventar palabras, de utilizar mal las técnicas interpretativas, de omitir frases, etc. Sin embargo, estas deficiencias no corresponden a tintes políticos, sino al hecho de en el Perú, para empezar, no existe un diccionario consensuado de LSP, la ley que hace oficial a esta lengua -que salió hace 6 años- aún no se reglamenta y para colmo solo existen 23 intérpretes reconocidos por la Asociación de Intérpretes y Guías de Intérpretes del Perú (Asisep), cuando deberían haber miles de ellos para una población sorda de medio millón de personas.
Aunque no comparto las suspicacias de Stiglich, comprendo su malestar en relación a las traduciones en LSP y ella, como usuaria de esta lengua, puede poner en tela de juicio lo que desee -teniendo cuidado de no mancillar la honra de nadie-, porque la conoce bien, lo mismo que el columnista que escribe estas líneas. Pero lo que sí deploro es la maraña de comentarios en redes sociales, repito, ignorantes y llenos de odio, condenando sin pruebas a una persona por, supuestamente, parcializarse en la traducción de un idioma que ni hablan ni entienden y faltar a su ética profesional.
Han tenido toda la campaña electoral para preocuparse por las personas sordas y que reciban información pertinente sobre mitines, noticias, debates y demás eventos ligados a la contienda política para que puedan analizar bien su voto. ¿Lo hicieron? No. Alguien acusa a un traductor de parcializarse con el fujimorismo y de repente todos se preocupan por los sordos y son expertos en lengua de señas. Eso no solo es ridículo, sino injusto.
Que se esclarezca este asunto y se revisen las traducciones grabadas para poder señalar las deficiencias que tengan, si las hubiere. Cualquier otra acusación de falta de ética profesional deberá probarse y sustentarse, porque se trata de algo muy serio. No es correcto emitir juicios desde las redes sociales ni elaborar opiniones sobre algo que no conocemos. Y no es correcto tampoco utilizar a las personas sordas para fabricar acusaciones, cualesquiera que sean, contra un candidato u otro.