En las últimas semanas es común salir a la calle y encontrar a grandes cantidades de personas ubicadas en los parques, plazas y piletas de la ciudad. Si bien el motivo por el que están allí es para disfrutar la nueva aplicación de juego virtual llamada Pokemon Go, son parte, tanto en Lima, como en el resto del mundo, de una tendencia por tomar los espacios públicos de la ciudad. Más allá de la aprobación de la aplicación y su dinámica por generaciones mayores, este juego ha conseguido que desde los más pequeños hasta los treintañeros aprovechen sus momentos de ocio para salir a caminar –lo exige la dinámica del juego- y se acerquen a los espacios públicos.
No obstante, los jugadores limeños se enfrentan a una realidad lamentable. Lima es una ciudad sin espacios públicos, donde más allá de poder jugar una aplicación de moda, la ciudadanía no cuenta con una gran cantidad de espacios donde poder disfrutar con sus familias, amigos o en solitario, la ciudad.
Nuestra ciudad, una de las 40 más grandes del mundo según población, solo cuenta con 3m2 de áreas verdes por habitante (Andina 28/11/2014), cifra muy por debajo del promedio recomendado por la OMS: 9m2 por persona (Correo 19/05/2014) y aún más lejana de los 18m2 mencionados por otras publicaciones. Esta problemática se agrava aún más cuando se analizan los espacios verdes por distritos y niveles socioeconómicos. Según informó El Comercio hace más de un año, San Isidro contaba con la importante cantidad de 18.1m2 de áreas verdes por habitante, mientras que Independencia y Villa María del Triunfo contaban cada uno solo con 1.2m2 (El Comercio 01/04/2015).
A pesar de esta gran problemática y de la cobertura mediática que tuvo hace unos años, el tema no fue parte de la campaña electoral rumbo al sillón municipal ni es una de las principales cartas de la actual gestión metropolitana. Por el contrario, la gestión solidaria parece estar más concentrada en buscar formas de facilitar la vida de los conductores, que en incrementar o incluso preservar los espacios públicos, incluyendo las áreas verdes, especialmente en los distritos más alejados del centro de la ciudad.
El que no se anuncien políticas destinadas a beneficiar al ciudadano de a pie y su relación con el espacio público, y articularlas con otras de transporte no motorizado y de la reforma de transporte en todo Lima, nos explica cómo la autoridad entiende la ciudad. Además, que la ciudadanía no lo pida, nos da mayores luces de cómo la hemos entendido nosotros hasta ahora.
Mientras el mundo desarrollado va en la dirección de promover ciudades tecnológicamente modernas y medioambientalmente sostenibles para la movilización no motorizada de las personas, nosotros estamos concentrados en cuántos by-pass necesitamos y cuántos carriles deben ampliarse en nuestras vías. Lamentablemente, hasta que no comprendamos que como ciudadanos tenemos el derecho de tener un espacio público bonito, verde y seguro, así como de recorrer la ciudad en la que vivimos como peatones, no podremos avanzar hacia la modernidad. Tal vez un juego nos impulse a entender que la ciudad entera y sus espacios se ofrecen para nuestro disfrute. Ya es tiempo de que Lima sea una ciudad de a pie.