La crisis ideológica internacional y el nuevo choque de civilizaciones, por Piero Gayozzo

«Es deber de todo amante de la vida enfrentar las pretensiones de poder de los enemigos de la libertad, de la ciencia y de la razón y juntos hacerles saber que no pasarán.».

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Es indudable que existe un rechazo o una reacción internacional a los valores ilustrados, al liberalismo, a la democracia y a la visión occidental. En los últimos años se ha percibido un rebrotar de gobiernos iliberales, nuevas formas de nacionalismo y autocracias en el mundo. Mientras que, en paralelo, nuevos movimientos conservadores, fundamentalistas e identitarios se asoman en el seno del mundo occidental y se suman a las autoproclamadas amenazas para el mundo libre.

Pareciera que las sociedades más jóvenes del planeta han ingresado a una etapa adolescente y ahora reclaman independencia, identidad y autonomía frente al liberalismo occidental que es visto como paternalista, opresor e incluso destructor. Podemos ver algunos ejemplos en la joven República India, que apunta a volver al pasado y reclamar una herencia e identidad históricas que cree correcto asumir, en detrimento de una visión más científica, democrática y liberal; en la nueva Polonia, que ha virado a la seguridad de sus tradiciones para enfrentar al peligroso vecino que posee (Rusia) y en las naciones latinoamericanas en las que existe un deseo de reivindicar a sus pueblos originarios y superar el oscuro pasado colonial a través del empoderamiento popular postmoderno y socialista.

Otros proyectos sí han asumido, considero yo, actitudes mucho más peligrosas. Por un lado, China, una sociedad que jamás dio muestra de integración con el resto del mundo, peligrosamente intenta desafiar a occidente no solo en materia tecnológica o económica, sino también discursiva al apoyar las narrativas alternativas de sus opositores en momentos clave. Solo recuérdese la ambivalente actitud de China frente al ataque de Rusia a Ucrania. A ello debe sumarse la injerencia que posee en algunas organizaciones internacionales, como la OMS y la inclusión de políticas que resultan amigables con pseudoterapias. Para complicar la situación, China posee un proyecto de control social absoluto que fácilmente podría ser exportado a otras naciones, lo cual volvería mucho más difícil la implementación del modelo occidental democrático.

Un segundo peligro es la visión islámica. El surgimiento del Estado Islámico o Daesh a mediados de la década pasada internacionalizó la cruzada anti-occidente iniciada por Al Qaeda y llevó la guerra sin cuartel a las principales ciudades de Europa. A la par, la preocupante relación interesada de occidente con reinos conservadores y fundamentalistas como Arabia Saudita, Qatar o Emiratos Árabes Unidos oculta la desigualdad y la intolerancia de género y religiosa de dichas sociedades. Los constantes conflictos por motivos religiosos en África y en la península arábiga muestran que el radicalismo sigue presente en algunos colectivos islámicos. Su rechazo a occidente halla la cúspide de sus anhelos y pretensiones por lograr el califato mundial en la República Islámica de Irán y en el recientemente bautizado Emirato Islámico de Afganistán. Quizás el Islam no sea una amenaza bélica para occidente y la cuota de sangre quede relegada a los actores más radicales y marginales de su praxis religiosa; sin embargo, por la importancia de la doctrina religiosa, en sus sociedades se posicionan e institucionalizan la desigualdad y el freno al pensamiento crítico.

Finalmente, motivado por la narrativa de Dugin y el proyecto geopolítico de Putin, el gobierno ruso ha desatado una contienda revanchista e innecesaria contra el mundo libre. Putin abusa del poder que ha concentrado en los últimos años e intenta construir un nuevo reino en el que a diferencia de China, que pocas pretensiones expansionistas posee, intenta someter a las naciones post-soviéticas que libremente decidieron, tras tantos años de silencio, abrir sus alas y realizarse como repúblicas independientes. Estas pretensiones de grandeza han desatado una guerra que va afectando miles de vidas en Ucrania y en el territorio bajo control del Kremlim por lo que amenazan con continuar y agravarse si occidente no frena la que Rusia cataloga una persecución contra su soberanía.

Es bien sabido que el mundo libre u occidente no es el paraíso, pues alberga muchos problemas en su seno. Existe desigualdad económica, de género, sexual, religiosa, educativa y muchas más, pero, a diferencia de otras cosmovisiones, permite el recurso más importante de todos, aquel que lo dota de las herramientas necesarias para corregir sus errores y mejorar sus proyectos: la libertad. Por este motivo, es deber de todo amante de la vida enfrentar las pretensiones de poder de los enemigos de la libertad, la ciencia y la razón y juntos hacerles saber que no pasarán.

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