Los peruanos, como todo el mundo, hemos seguido minuto a minuto los ataques terroristas a Francia. Más allá de los detalles de crueldad y dolor, que nos hacen repudiar todo acto de terror, venga de donde venga, nos preguntamos quien lidera a la cristiandad ante esos ataques terroristas de grupos musulmanes que lo hacen bajo el lema de “Alá es el más grande”. No es una guerra de religiones, porque el musulmán de a pie es pacífico, pero las víctimas son naciones que otrora formaron parte de la cristiandad.
Francia ha respondido atacando en Siria a los terroristas que le han hecho tanto daño. Es una respuesta militar, pero hace falta una estrategia global –un pensamiento guía- y una personalidad líder, que encabece una respuesta integral, que vaya al fondo de la cuestión. Puede ser un pensador, un ideólogo, un político, quien sea, pero no vemos en el horizonte esa doctrina y esa persona, capaces de darle vuelta a la tortilla.
El Perú no es un país tan importante como Francia. Los mismos peruanos no reaccionábamos con tanta indignación ni manifestábamos externamente nuestro repudio, ante los crímenes de Sendero Luminoso –hasta que vino el suceso de Tarata- como hemos hecho ahora con Francia. Y es que Francia es Francia, la hija predilecta de la Iglesia, como se la llamaba otrora, pero que hoy es gobernada por el socialismo agnóstico, lejos de cualquier ideal cristiano.
Estados Unidos, Gran Bretaña, España, Francia, son pueblos que han nacido y han progresado al son de las catedrales y las cruces, pero hoy dan la espalda a la doctrina y a la moral de Cristo, borrachos de poder, dinero y placer, hablando en términos genéricos, porque en esos estados hay millones de familias cristianas que viven de acuerdo al Evangelio.
El Papa Francisco clama por la paz y reza por las víctimas, pero no le toca otro papel que el religioso, que cumple a cabalidad. Pero, ¿quién le hace eco en el concierto de los gobiernos de los pueblos?
Lo que no tenemos son líderes. Hay políticos de derecha y de izquierda, pero no es común encontrar alguien que tome la bandera de la Fe y diga que los países que han sido y son atacados por el terrorismo islámico tienen algo que decir al mundo, y saben cómo responder a esos agresores mortales.
Al contrario, a la débil solución a la millonaria migración de cristianos y musulmanes a Europa, van ahora a sumar mayores controles, para que no se le cuelen más terroristas. Siempre a la defensiva, sin tener algo serio que decir al mundo. Los jefes de estado y de gobierno van de cumbre en cumbre buscando soluciones, sin encontrarlas, simplemente porque no las buscan donde están: en las raíces cristianas de Europa.