La de nunca acabar, por Gonzalo Ramírez de la Torre

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Cuando Pedro Pablo Kuczynski venció a Keiko Fujimori en el balotaje del 2016, difícilmente se hubiera podido predecir la talla de las circunstancias políticas que hoy vivimos. Esto, claro está, en el sentido de la tensa dinámica que existe entre el Ejecutivo y la mayoría fujimorista en el Congreso. Por un lado el gobierno de PPK demuestra ser muy torpe en términos políticos y, por otro, Fuerza Popular tiene serias complicaciones para abandonar la ojeriza formada por la derrota del año pasado.

Pero claro, lo cierto es que esta fórmula, esta combinación de incompetencia y sed de venganza, tiene como efecto secundario el sufrimiento inevitable del país. Y la huelga de maestros es un claro ejemplo de esta situación.

La muestra más cabal de torpeza de parte del gobierno en lo que concierne a esta coyuntura, ha llegado desde palacio. El presidente de la República, por ejemplo, se demoró poco en deshacer la posición del Ejecutivo entorno al diálogo con las organizaciones en huelga. A pesar de que el ministro Basombrio y la ministra Martens habían sido enfáticos con que no se dialogaría con ciertos grupos de comprobada vena radical y violenta (ambos ministros acusaron la infiltración de Movadef en las huelgas), PPK los invitó a Palacio.

Dicha tesitura, en sí criticable pues resultaba en la desautorización de dos ministros, trajo consigo consecuencias que quizá se hubieran notado como predecibles para un político más involucrado en el oficio: más grupos exigieron diálogo con el presidente. Y es que era obvio, si el presidente con su invitación investía de cierta representatividad a algunas agrupaciones en huelga, otras iban a querer que se les diera el mismo tratamiento –aunque sea para hacer turismo por la Casa de Pizarro–.
Estos puntos ayudan a graficar el mediocre manejo del gobierno frente a la situación. Sin embargo, la oposición parlamentaria merece una especial mención cuando de complicar las cosas se trata.

Los congresistas de izquierda Marisa Glave y Wilbert Rozas, por ejemplo, dejaron pasar a Palacio Legislativo a un grupo de maestros que decían no ser representados por el Sutep, un grupo liderado por un sujeto que, según el gobierno, tiene vínculos con el Movadef. Desde adentro del edificio, entonces, se dispusieron a emitir arengas.

Pero sería tonto que, en esta situación, nos enfocáramos en los parlamentarios de izquierda –al fin y al cabo no es novedad que son tibios con ciertos grupos radicales y simpatizantes de cualquier causa que implique inundar las calles de manifestantes–. La mayor insistencia con complicar las cosas ha llegado desde el fujimorismo. Y el hecho se hace aún más condenable cuando se nota que la conducta de esta agrupación política se justifica, más que en otra cosa, en las ganas de dificultarle la situación al gobierno que, como hemos dicho, tiene suficientes problemas lidiando con su propia torpeza.

Y es que basta con ver los límites a los que han llegado ciertos parlamentarios en estos días de tensión para saber que sus intenciones poco tienen que ver con el bienestar del país. La congresista Yesenia Ponce, por ejemplo, ha alcanzado el límite de decir que “Fuerza Popular se identifica con maestros aunque sean terroristas”, una aseveración harto problemática especialmente viniendo de una bancada que se jacta de que, en su versión noventera, derrotó al terrorismo.

Y la insólita situación incluso moja a uno de los congresistas más representativos de la tienda naranja. El señor Héctor Becerril, que no se ha ahorrado adjetivos para el gobierno y especialmente para la ministra de Educación, brindó una conferencia de prensa rodeado de docentes que distintas fuentes de inteligencia asocian con el Movadef. Con esto en mente, parece que a Fuerza Popular poco le importa la integridad de la gente con la que se relaciona con tal de que el resultado de dicha relación sea una jaqueca para el gobierno.

Claro, no han sido solo estos dos congresistas los que han aportado a la exacerbación del problema, lo propio han hecho otros tantos miembros de Fuerza Popular aclamando a ciertos “representantes de los maestros” y exigiendo, en medio de esta situación, que ruede la cabeza de la ministra.

Así las cosas, la situación de la huelga de los maestros pasó a complicarse más, especialmente después del diálogo frustrado con varios congresistas (con la ausencia de Fuerza Popular). Pero si algo ha demostrado esta situación es que mientras el gobierno se mantenga políticamente torpe y la oposición aún reserve su ánimo revanchista, los problemas difícilmente se acabarán.

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