¿La era de la vulgaridad?

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Chesterton consideró irónicamente la vulgaridad como “una de las grandes y novedosas invenciones modernas”, y con mucha visión previó que “la gran y dorada visión de la vulgaridad… eclosionaría después en el mundo”. Tenía toda la razón. La palabra latina vulgus y vulgaris, -ordinario o común- de donde proviene el término “vulgar”, se utiliza para describir algo que es particularmente común entre la gente común y nada más. Sin embargo, hoy este término lo utilizamos en otro sentido pues lo vulgar implica de alguna forma aquello que se aleja de lo culto y educado, del buen gusto, de los buenos valores y principios. El Diccionario de la Lengua Española efectivamente lo denomina como aquello “que es impropio de personas cultas o educadas”.

Desde hace años se ve en el Perú –y también en gran parte del mundo por cierto- una especie de auge de la vulgaridad en general. Hoy lo vulgar está de moda, es todo un estilo extrañamente bien visto por muchos, casi una manera de ser, suena “fashion”, moderno y hasta simpático ser vulgar. Una persona que por lo general se expresa con lisuras, groserías y suela gastar bromas y comentarios en doble sentido, pareciera estar de moda y ser el estereotipo del “modelo” de persona actual a seguir. Se hace ostentación de lo vulgar. Ello no es sólo característico de los hombres pues, lamentablemente, en esta corriente o moda de lo vulgar, no se encuentran excluidas las mujeres. Hoy es muy común -a todo se acostumbra uno- el escuchar expresarse a una niña, muchacha o señora utilizando palabrotas, groserías, lisuras y términos similares. ¿Alguna forma de feminismo que busca parecerse al hombre? ¡Quién sabe! Si cuando era muchacho hubiera salido con una chica que me soltara palabrotas, todo el encanto y belleza de ésta se me hubiera ido en un segundo por los suelos y si te vi no me acuerdo. ¿Qué suena cucufato o anticuado? No lo creo, es cuestión de gustos y hasta de educación, pues no hay cosa más desagradable en mi modesta opinión, que el oír expresarse a una bella dama hablando como el peor de los matones de los bajos fondos. Y lo contrario, es muy agradable ver a una mujer inteligente, trabajadora y culta expresarse con toda su feminidad, por ejemplo en el vestir y hablar. La hace más atractiva definitivamente, porque va con su naturaleza de mujer al ser verdaderamente femenina. Hoy entre la juventud sobre todo está muy de moda la vulgaridad, desde la forma de comunicarse entre chicos y chicas, inclusive por escrito a través del facebook y correos, en donde el lenguaje es literalmente vulgar, grosero y hasta soez; y a eso agréguesele su dosis de vulgaridad hasta en la manera de vestir, comer y beber, especialmente en el caso de las chicas. Ellas se las juegan.

Pero, definitivamente, constituye hoy un hecho que la vulgaridad ha invadido todos los ámbitos, tanto en la vida privada como en la pública. En la televisión es una realidad diaria y todo por la “diosa raiting” que la impone. El “raiting” pide basura, pues se le da basura. ¿Quieren más Magaly, Bozo, la Zevallos, reality shows, cómicos que sólo apelan a lo vulgar y al travestismo, farándula y necronoticias de muertes? Pues ahí lo tienen. Sin embargo la TV es maestra en el tema y se encarga de difundir generosas dosis de vulgaridad por doquier para el respetabilísimo público y a todas horas sin respetar el horario familiar establecido por ley.

En las artes liberales está de moda la vulgaridad. En el cine, por ejemplo, mientras más groserías mejor. En la literatura y la pintura actual la vulgaridad tiene también sus manifestaciones. Claro que en estos casos se utiliza un excelente disfraz de la que pocos son capaces de desenmascararla: el confundir vulgaridad con lo artístico y novedoso. En la vida pública los ejemplos sobran. Baste mencionar el triste rol desempeñado por algunos congresistas, ministros y políticos. Escuchamos hablar a congresistas y a ministros que sin respetar la investidura, se expresan vulgarmente como si estuvieran hablando en la cocina de su casa. Hasta en el trabajo es hoy una moda expresarse -en la fábrica, en el banco o en la oficina- ante damas y caballeros con lisuras y groserías, previa disculpa del “perdonen pero yo soy así”, ante lo cual habría que responder “pues a mí me respetas y si quieres hablar así, vete a tu casa o a una fonda”. Más triste es ver esta moda dentro de la misma familia, en donde entre padres e hijos se hablan de manera vulgar sin el respeto mutuo que un padre, una madre o un hijo se merecen.

A nivel mundial vemos a diario esta moda de lo vulgar en noticias que nos llegan de Europa, Estados Unidos, Asia, etc. en donde se hace toda una apología de lo vulgar en las manifestaciones públicas, en los parlamentos, en juegos deportivos, concursos e ilustres ceremonias, como las de los premios Oscar por ejemplo, en donde es muy “chic” ser vulgar o utilizar el doble sentido para todo. La verdad que esta moda ya cansa, harta y agota.

¿A qué se debe este fenómeno de vulgaridad? ¿Tan bajo ha caído el ser humano que la vulgaridad, la chabacanería y lo superfluo son una realidad diaria que se imita como si de algo bueno se tratase? ¿No nos merecemos algo verdaderamente bueno, como el ser mejores y que se nos respete y respetarnos a su vez entre nosotros? De nosotros dependerá que la vulgaridad no nos envuelva, y ello comienza desde el hogar y la familia –no del colegio por si acaso- pues hoy los padres de familia somos los primeros educadores y los responsables de mucho: que nuestros hijos desarrollen virtudes, principios y valores y no vicios, ello los hará personas más atractivas y valiosas; que nuestros hijos aprendan a respetar al prójimo, sus derechos, manera de ser y de pensar; que nuestros hijos tengan templanza y fortaleza al momento de comer y de beber o cuando se les ofrezca una coima u obsequio el día de mañana o cuando el sexo se les ofrezca gratuitamente por doquier, etc. Carácter y voluntad para cultivar virtudes y ser verdaderamente líderes. Quien no educa el espíritu, terminará siendo un vicioso. Lo vulgar no alimenta el espíritu, todo lo contrario, lo ensucia y fomenta la promiscuidad y el vicio. De allí que quien no educa y enrumba su carácter hacia las virtudes, terminará precisamente teniendo una gran falta de carácter y cayendo por ello en los diversos vicios que lo harán una persona vulgar y sin carácter. Uno más del montón. De allí que de nosotros padres de familia, dependerá que esta fuerte corriente de vulgaridad que envuelve al Perú y al mundo actual, no nos arrastre a nosotros… ni arrastre a nuestros hijos. Seamos como salmones, luchando a contra corriente de esta vorágine vulgar que de otra manera, nos arrastrará hacia la mediocridad y pobreza como personas… y al desastre de nuestra sociedad. Una sociedad que fomenta el espíritu y las virtudes, se hace grande… pero una sociedad que fomenta lo vulgar, vicioso y chabacano, se vuelve decadente y finalmente se autodestruye. A los hechos me remito…