Hace unos días la Comisión de Cultura del Congreso aprobó el proyecto de ley que propone la modificación de la Ley de Cine, la cual se ha mantenido intacta por 23 años. Sin embargo, lo que no se ha mantenido intacto son las tecnologías, la demanda y las formas de consumo que ofrece la industria audiovisual actual. Lo sé porque la ley vigente y yo nacimos en el mismo año (1994) y en esas más de dos décadas vi abrir y cerrar Blockbuster, compré DVDs y los dejé por Blue-Rays, y hace unos años cambié a todos por Netflix.
Ahora, si bien la modificación de la Ley de Cine contempla este progreso en la tecnología y las nuevas formas de consumo, también propone democratizar la industria cultural audiovisual y este, para mi, es su más importante aporte.
Primero, el cambio en la ley no busca limitarse únicamente al cine, sino a todas las actividades audiovisuales, de manera que podremos hablar de una industria integrada, mucho más organizada y con nuevas oportunidades de creación (aquí entran la elaboración de series, novelas, videoclips, entre otros). En segundo lugar, fomenta la participación ciudadana en las decisiones y promoción del cine al plantear la necesidad de un Organismo Consultivo Colegiado (OCC).
En tercer lugar, propone regular las condiciones de exhibición, con la finalidad de generar un mayor control por parte de los realizadores para poder plantear una estrategia comercial al momento de lanzar al público una película y no conformarse únicamente con los horarios que dan los establecimientos de cine comercial, los cuales además son otorgados con escasa anticipación.
Pero para mí lo más resaltante de esta nueva ley es que fomenta la industria audiovisual en las distintas regiones del país, pues les asigna el 30% del monto total otorgado a la elaboración de productos audiovisuales. Esto es fundamental para el proceso de democratización y descentralización que vemos avanzar con lentitud desde hace muchos años. No cabe duda de que esta descentralización de los fondos destinados a la industria audiovisual será muy útil para el tránsito hacia la integración, pues es una importante fuente de creación de identidad desde una concepción artística que enriquece el entendimiento del país al ofrecernos distintas miradas.
Además, en los últimos años se ha generado una importante demanda de este tipo de productos culturales en el Perú. Veamos el caso de “Supay” (2010), la película dirigida por Miler Eusebio Morales que, de acuerdo con una investigación realizada por La Universidad de Lima, llegó a 400 mil espectadores solo en Ayacucho, Abancay, Huancavelica y Puno.
Es por esto que no debemos ver a la modificación de la Ley de Cine únicamente en términos de tecnología o rentabilidad (económicamente, el cine es la industria más exitosa del país), sino también como una oportunidad de descentralización a través de la cultura. Por eso, invito a todos los congresistas a que se sienten en las butacas y vean esa imagen más grande que la nueva ley de cine puede traer a nuestro país.