La incertidumbre republicana, por Raúl Bravo Sender
"En estas horas difíciles para la democracia nacional, es necesario evitar el desborde social. La ciudadanía, claro que puede hacer sentir su voz de protesta, pero dentro de los márgenes institucionales. No llevemos al vacío a nuestra precaria institucionalidad"
No conozco elecciones con una segunda vuelta electoral tan polarizada y una división social sin precedentes, que la que estamos experimentando los peruanos. La primera vuelta nos dejó dos candidatos que no gozan, digámoslo así, de la aprobación de un gran porcentaje de electores. Más que las preferencias por los dos contendores que pasaron al balotaje, es decir, el fundar la decisión de votar por tal o cual candidato por lo bueno que puedan representar, esta contienda nos deja la sensación de que prevaleció el rechazo.
El Perú cumple doscientos años como República independiente este año. Nos queda la sensación de que la República quedó inconclusa, pues eternamente la dinámica de la vida civil –y que es la que precisamente debe resguardar la noción republicana, bajo el imperio de la ley-, queda a merced de la incertidumbre del no saber lo que pasará después de las elecciones, pues una amenaza a la democracia, el estado de derecho y las libertades individuales se cierne sobre nuestro país.
Un discurso basado en el odio, la división entre peruanos y la lucha de clases entre ricos y pobres, marcó a un candidato que, vendiendo una suerte de cambio, se aprovechó de las penosas circunstancias en que quedaron millones de peruanos –impotentes y frustrados por sus carencias y necesidades- por las desastrosas medidas dadas para mitigar a la pandemia del Covid19. Muy similar a lo ocurrido en la Alemania posterior a la Primera Guerra Mundial, cuando el pueblo alemán, duramente golpeado y disminuido moralmente por las consecuencias de la guerra y la crisis económica, y por evadir la dura realidad, a manera de placebo terminó rindiéndose ante un discurso radical que instaló al régimen totalitario del nacional-socialismo. Las consecuencias las conocemos.
Se le trasladó al modelo económico la responsabilidad de la pobreza en que se encuentran millones de compatriotas. Sin embargo, lo cierto es que la pobreza se ha venido reduciendo progresivamente y como nunca los gobiernos regionales cuentan con presupuesto para obras. Recursos que provienen de las actividades del sector privado. Entonces ¿quiénes son realmente los responsables? Queda claro que están fallando los funcionarios que no están gestionando bien el presupuesto público. Por ello, debe mantenerse el modelo que ha generado riqueza.
En las actuales circunstancias en las que aún no se define al ganador de la segunda vuelta electoral, y con los ánimos exacerbados, el futuro se torna incierto. Los líderes deben llamar a la calma a sus respectivos seguidores. Pero en muchas ocasiones la ciudadanía espontáneamente ha jugado un papel fundamental en recuperar a la democracia. Las manifestaciones pacíficas y legalmente canalizadas pueden ser determinantes en estos escenarios.
Es tarea en estos momentos del Jurado Nacional de Elecciones resolver las nulidades e impugnaciones planteadas. Así, para que una democracia se fortalezca, es necesario respetar la voluntad popular que se traduce en el acto del voto. Pero ¿qué es y en qué consiste la democracia? Se trata de una forma de gobierno en la que las decisiones se toman por la regla de la mayoría. Implica una serie de principios como el pluralismo, la tolerancia, el respeto por los derechos de las minorías y, el hecho de que las mayorías no necesariamente son dueñas de la razón.
Sin embargo, una democracia puede degenerar en la dictadura de aquella mayoría que precisamente se siente con el derecho de imponerse sobre todos. Es por ello que a dicha mayoría se le ponen candados para que respete la separación de poderes, los derechos humanos y, el imperio de la ley. De esta manera, por encima de la democracia –y de cualquier otra forma de gobierno- se coloca el estado de derecho. Finalmente, en estas horas difíciles para la democracia nacional, es necesario evitar el desborde social. La ciudadanía, claro que puede hacer sentir su voz de protesta, pero dentro de los márgenes institucionales. No llevemos al vacío a nuestra precaria institucionalidad. No terminemos lamentándonos después.
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