No dudo que la nueva Ley Universitaria tenga buenas intenciones, pero lamentablemente peca de vaguedad en muchos de sus artículos. Me voy a remitir específicamente al apartado 82.1 del Capítulo VIII, en el cual se señala que: “…Para el ejercicio de la docencia universitaria, como docente ordinario y contratado es obligatorio poseer: El grado de maestro para la formación del nivel pregrado”. A grosso modo pareciese no que existiese problema alguno, es más, debo decir que es algo en principio positivo; sin embargo, y no quiero ser pesimista con esto, ese apartado podría traernos más de un dolor de cabeza. No me mal interpreten, reitero que pedir maestría a los docentes universitarios es algo positivo, pero exigirlo imperativamente desde una ley como un requisito formal mínimo podría resultar siendo una utopía o una buena salida para algunos “vivos”, más aún cuándo no se explica cómo es que se va a lograr aquello que se pretende. Ojalá que en el reglamento de la ley esto se aclare prudentemente. Además, recordemos que la maestría no va a asegurar nunca la calidad del profesor sino que debería ser el reconocimiento a la vocación, al querer enseñar y enseñar bien.
Aceptar ese apartado implicaría que la mayoría de docentes universitarios del país ingresen a realizar estudios de posgrados, esto suena bien, pero ¿Quién pagará aquellos estudios? ¿La universidad o el docente? En ambos casos estaríamos ante un agudo problema. Si el gasto lo asume la universidad sería peligroso, pues desestabilizaríamos los presupuestos de estas, es mucho dinero el que se tiene que gastar para que toda la plana docente cuente con maestría. No sería extraño que suban las pensiones para poder pagar estos estudios y frente a ello los primeros perjudicados serían los alumnos cuyas familias, en muchos de los casos, hacen un gran esfuerzo para matricularlos en universidades privadas.
Sería más lamentable todavía el caso de las universidades públicas. Actualmente, en el Perú hay más de cien universidades públicas ¿Será el Estado quien pagará acaso la maestría y preparación de todos sus docentes? Los siete años para regularizarse previstos en la propia ley se le quedarían cortos y no estoy pensando en las universidades nacionales de Lima y las principales ciudades del país, sino en el sin fin de universidades públicas que se han creado por la demagogia congresal a lo largo de los últimos años.
El Estado peruano no invierte en educación, ¿estamos seguros de que cumplirá este nuevo compromiso en el plazo establecido? Difícil, pero mucho más difícil todavía es pensar que el docente sea quien pague su propia preparación ¿Con qué dinero? No olvidemos que el salario del profesor universitario no es muy alto y muchos son los que viven y mantienen a su familia solamente con esta actividad. Si este fuese el caso, esta ley sería claramente discriminatoria porque la docencia sería una actividad destinada solamente a quienes pueden pagar y tampoco se estaría resolviendo el problema de fondo que es aumentar la calidad educativa, puesto que se estaría marginando gran potencial humano. Antes de exigir más calificaciones, que son buenas en sí, generemos primero las posibilidades de poder acceder a ellas.
Lo peligroso es que, sin que existan las directrices para cumplir lo propuesto, finalmente se acepte este apartado, no sería extraño tampoco, que aquellas universidades negocio, contra quienes se hizo la ley, empiecen a regalar maestrías al por mayor a sus docentes. Total, a formalismos se responde con formalismo ¿No? Cuando haya un verdadero cambio de fondo, las universidades mediocres desaparecerán pero no por vallas formales sino porque no podrán subsistir en un verdadero sistema de competencia educativa.
La mejor forma para aumentar la calidad educativa no es a través de una ley imperativa, no es poniendo límites utópicos, pues el proyecto de la educación nunca podrá ser cortoplacista, necesitará de cambios constantes, de adaptaciones a una sociedad que siempre cambia. Si cambiamos de enfoque, si hacemos una reforma material de la educación y no formal, con leyes que parecen desconocer la realidad del país, las maestrías y doctorados vendrán a montones, pero no por obligación, por vocación.