[OPINIÓN] ¿La misma economía? – Parte I

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Hace varias semanas, mientras visitaba un país centroamericano, un analista local me comentó que la economía de su país “apenas había cambiado en los últimos cien años” y “que los problemas seguían siendo los mismos”. Tal afirmación me hizo pensar si se podría aplicar la misma frase paras Perú, más aun estando cerca de celebrar el segundo bicentenario de la independencia. Después de todo, es frecuente oír que aún seguimos siendo una economía primaria exportadora o una economía basada en actividades extractivas. Suena razonable si uno piensa que las principales exportaciones del país se siguen obteniendo de actividades primarias. Pero, ¿seguimos siendo la misma economía de hace cien años? Por otro lado, las actividades y productos principales han cambiado. ¿O no? ¿A qué se dedicaba la gente? ¿Qué actividades económicas predominaban? ¿Cómo era el entorno económico? Una revisión de varias fuentes (principalmente del Compendio de Historia Económica del Perú, editado por el Banco Central de Reserva) me reveló algunos detalles interesantes que comparto ahora. En este artículo no intento contar la historia de los últimos cien años (que para eso requeriría un libro) sino dar algunos pincelazos de cómo era la economía peruana el año en el que se celebró el primer centenario de la independencia.

Hacia 1921, la economía peruana era una economía exportadora cuya principal actividad productiva era la agricultura (alrededor de 30 por ciento del Producto Bruto Interno de la época), seguida de la minería. Además la agricultura era el principal empleador de la economía. La producción de azúcar y algodón predominaban en la costa peruana, en tanto el sur andino seguía siendo principalmente ganadero. Los flujos sostenidos de inversión extranjera, el desarrollo del mercado exportador y el fortalecimiento del crédito (aunque concentrado en la Costa) habían permitido la modernización del sector y la expansión de la frontera agrícola.

La caña de azúcar fue el cultivo por excelencia de la época, y su desarrollo se explica por el acceso a nuevos mercados internacionales, al desarrollo tecnológico asociado a la concentración de tierras y a grandes proyectos de irrigación. Ello explica además por qué el desarrollo del sector estuvo asociado a los grandes capitales con acceso a los mercados. De esta época es el nacimiento de los grandes ingenios azucareros, que se formaron mediante la compra y transferencia de tierras; y la crisis que el sector experimentó en los 20 por un entorno internacional volátil no hizo más que fortalecer esta tendencia. Por otro lado, la producción de algodón, rezagada por largo tiempo tras la guerra con Chile, dio un salto significativo con la introducción de las variedades Tangüis y Pima y con la mejora en acceso a tierra y agua. Al contrario de lo que sucedía con los cultivos de la Costa, en la Sierra la ganadería no experimentó ninguna ganancia importante en su productividad.

Si el siglo XIX fue la época del guano y del salitre, los inicios del siglo XX son la época del caucho, el cual se empezó a explotar desde 1880 en la Selva (y cuya historia merece un artículo aparte). A pesar del impacto económico positivo sobre la región, la explotación de caucho no contó con el manejo adecuado por parte del gobierno, y además se valió de la explotación indiscriminada a los nativos de la zona. Hacia 1920 esta industria se encontraba en decadencia por la introducción del caucho en otras zonas del mundo.

¿Y la minería? El país había tenido una época de bonanza única con la explotación del guano y el salitre, y durante este período la minería metálica había perdido relevancia, si bien hubo varios desarrollos en la explotación de cobre y estaño. No es hasta las últimas dos décadas del siglo XIX que la minería metálica retomó el lugar que había tenido durante el Virreinato con la constitución de la Compañía del Ferrocarril de La Oroya y Mineral de Pasco y los ferrocarriles jugaron un papel importante en ello.