La Policía no funciona, por Nathan Sztrancman

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El otro día me preguntaron que haría yo si me robaran. En realidad me vienen robando hace tiempo, entre los impuestos para que Nadine nunca use la misma ropa o Cipri tenga los hors d’oeuvre más exquisitos. Tampoco voy a ir hasta el Palacio de Gobierno o a la Basílica Catedral a pedirles que me devuelvan todo en vestidos Oscar de la Renta y libros del Vaticano. Pero me preguntaron por un robo más privado, no tanto cuando firmo una declaración jurada, sino cuando salgo de mi casa y mi billetera ya se subió a un taxi sin mí.

No quiero empezar matando la ilusión de algunos, pero no voy a convencer a nadie de nada. Tampoco soy Luther King para cambiar a toda una generación, y duermo muy poco como para soñar tanto. Pero con la campaña Chapa tu choro se ha revivido un sentido freudiano del Perú; no hay nada que nos una como el odio. Y cuando el odio se vuelve sistemático, y llega el invierno, en frío llega también el veredicto; la civilización al carajo. En la búsqueda por explicaciones sociológicas, que no teológicas como el Opus Dei ha puesto de moda, se llegó a la conclusión de que somos una generación irreflexiva y de impulsos. Queremos lo tóxico del tabaco sin siquiera prender el cigarrillo, así como Nadine queriendo ser Presidenta sin haber jamás postulado. Con ello viene también el querer lograr la justicia con manos propias antes de que el policía pueda tocarse el pantalón para ver en que bolsillos tiene la llave.

Se entiende la reacción ante el robo — que viene a ser la rabia o hasta el amor por el odio, con lo ridículo que suena — pero actuar por ella es otra cosa. Es sucumbir a todo eso que detestas cuando defiendes la prohibición del aborto, pero claro, si supieses que el concebido va a terminar siendo ladrón entonces que se joda. El lugar común de esta semana es alguien llevándose las manos a la cabeza, democráticamente porque aún no te han linchado, preguntándote “como puedes defender a los ladrones.” Entonces se las devuelves, no para vengarte de la sociedad sino para mirarla a los ojos, y preguntas como pueden justificar un linchamiento. Se dan el tiempo de buscar una repuesta estándar, y encuentran que “la policía no hace nada”. Entre líneas y pupilas veo un “entonces nosotros hacemos algo peor.”

En nuestro país la policía no hace mucho, y es conocimiento general que si te roban en la esquina la comisaría a dos cuadras es demasiado lejos, y la justicia aún más. Pero en nuestro país todos los que se quejan de que la policía no funciona y favorece a los ladrones, en realidad tienen suerte. Porque si la policía de verdad funcionara, a todos aquellos que chapan y linchan a sus choros les iría mucho peor.