La policía rebelde, por Eduardo Herrera

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“No, mi General, Usted está equivocado”. Esta es una frase que seguramente no escucharemos muy a menudo en nuestras Fuerzas Armadas y Policiales. Mucho menos escucharemos algún reclamo sobre derechos. En el Perú cualquiera que reclame un derecho (como una empleada de servicio doméstico por ejemplo) comete seria falta de respeto.

En toda esta novela de opresión y miseria, siempre se distingue una persona que – en solitario – reclama. Es percibido como un loco, alguien que va, inexorablemente, al suicidio público. Y esto es precisamente lo que le pasó al Superior Jorge Luis Siapo, hoy preso.

Sí, claro, seguramente podrán tirarme por la cara que el artículo 42 de la Constitución Política prohíbe el derecho de huelga en favor de la Policía. La Ley es la Ley. No obstante, en su época, la esclavitud también se encontró apoyada en una norma legal y no por eso quiere decir que sea justa, correcta o ética. Una persona que vive con un ingreso miserable, sin ningún tipo de seguro y que – encima – no tiene derecho a reclamo es, a no dudarlo, un preso de la esclavitud. La moral y la vocación por el servicio uniformado quedan a un lado a la hora de que tus hijos te dicen: “papá tengo hambre” – y no hay que darles.

Siapo alegó que muchos de sus colegas estaban de acuerdo con él y que incluso iban a apoyarle en la huelga. Pero, como suele ocurrir con esas gestas locas a las que algunos identificamos como heroicas, lo dejaron solo en insalvable posición de “off side”. Se escondieron, arrugaron todos. El hombre sabía que ya estaba “jugado” y siguió para adelante. Los demás se quedaron escondidos en el uniforme y en el “sí, Señor General”.

Es correcto también mencionar que ese famoso 24×24 ha pervertido la labor policial, haciendo que el uniforme público se privatice de las formas más vejatorias posibles (como a aquel policía que vi alguna vez recibiendo “un sencillo” por cuidar un carro). Sin embargo, quitar esa entrada contra nada, me parece – por decir lo menos – desproporcionado. El hambre y la necesidad, no esperan.

Podrán decir que Siapo tenía manchas en el legajo. Bajo el ya típico argumento de destruir al mensajero se distrae la atención, y el mensaje queda aún más vigente que nunca. Es legal reiterar que los Policías no tienen derecho a huelga; sin embargo, el inocultable sabor de la injusticia es más que evidente. Usar la carta fundamental para tapar lo evidente deja en ridículo cualquier norma legal.

En lugar de prohibirles derechos deberíamos ocuparnos por dignificar la profesión, con eso no habría huelga viable ya que, sobre eso de dignidad, derechos, justicia, y demás, no hay dinero que valga lo suficiente.

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