Por Saúl Hidalgo
Actualmente, nuestro país vive en una incertidumbre de toda índole, es común ver y escuchar a muchos periodistas comentando sobre el enfrentamiento entre los poderes del Estado y los escándalos de corrupción que generan el famoso “ruido político”. Dicha palabra es usada tan frecuentemente en los medios, y se refiere a situaciones de inestabilidad política que distraen al Estado de sus funciones primordiales, y afectan negativamente todos los ámbitos relacionados a éste.
Por un lado, varios politólogos que constantemente “opinan” por las consecuencias negativas del “ruido político” parecen enfocarse enteramente en las consecuencias económicas. Tratan de esforzarse por calcular cuántos puntos del PBI se pierden por cada juez corrupto que se descubre, o cada enfrentamiento entre el Presidente y el Congreso, y dejan de lado una dimensión hasta más importante que la económica: la dimensión ciudadana. Así también, el panorama político y la ausencia de partidos políticos verdaderos impiden que la política nacional sea amigable y confiable ante la ciudadanía. Además, la existencia de partidos políticos corruptos los cuales son de limitada sapiencia por sus líderes, ocasiona que la ciudadanía desconfíe profundamente del sistema político y todos aquellos que interactúan y/o participan en el. La gente común y corriente no siente ningún vínculo hacia sus pseudos representantes e instituciones y, por lo tanto, no tienen incentivo alguno por ejercer su derecho al voto de una manera consciente y sensata.
Por otro lado, lo pernicioso de este creciente rechazo político es el resultado que tiene más ahínco sobre la población joven. Sin jóvenes interesados en cambiar esta realidad tan crítica y el precario panorama político del país no hay posibilidad alguna de un recambio generacional que mejore y estabilice las cosas. La actual situación se mantendrá de manera indefinida sin la presencia de una juventud políticamente activa, impidiendo que ocurra cualquier tipo de desarrollo en el país. Los jóvenes estamos en la obligación de conocer más sobre la política de nuestro país, a profundizar en los problemas que nos aquejan como sociedad, a generar debate sobre el acontecer nacional y a deshacernos de esa apatía que tanto le tenemos a la política. Tenemos que entender a la política como el medio más acertado y adecuado para construir un Perú con oportunidades para todos, con instituciones sólidas y un gobierno que represente verdaderamente al ciudadano.
Finalmente, la clase política por sí misma no puede mejorar el deficiente sistema político que la gobierna, debido a la misma falta de voluntad de los políticos de plantear y comenzar las reformas necesarias para brindar una mejor imagen de las instituciones democráticas al país. El cambio, entonces, debe originarse en la misma población. Esfuerzos individuales y en conjunto de peruanos políticamente conscientes, y con el progreso del país como objetivo máximo.
Lucidez.pe no necesariamente comparte las opiniones presentadas por sus columnistas, sin embargo respeta y defiende su derecho a presentarlas.