La razón de ser un parlamentario, por Raúl Bravo Sender

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Es oportuno que la ciudadanía tenga en cuenta cuál es la razón de ser de un parlamentario, dado que el próximo 26 de Enero del 2020 se realizarán las elecciones de nuevos congresistas, convocadas por el Presidente Martín Vizcarra a raíz de la cuestionada disolución –con sabor a golpe- del Congreso del período 2016-2021, con el objeto de completar dicho quinquenio.

Pero fundamentalmente es importante, por cuanto los congresistas disueltos dejaron sus escaños con bajos niveles de aprobación, generando altas expectativas en quienes los reemplazarán. Para que ello no se repita, tengamos en cuenta que los parlamentarios –por mandato constitucional- están limitados en sus funciones, competencias y atribuciones.

Conforme a la Constitución, las funciones de un congresista son las de: legislar, fiscalizar y representar. De todas ellas la más importante es la de fiscalizar. Pues si por legislar muchos creen que puede regularse la vida de millones de personas, creo que tienen una idea equivocada de lo que son la ley y el derecho.

La naturaleza de la ley no es regular conductas sino garantizar derechos y libertades mediante el establecimiento de límites al poder. En efecto, históricamente los parlamentos surgieron para hacer de contrapesos con los monarcas, quienes gobernaban sin mayores limitaciones. Hoy, con un Legislativo reducido a la Comisión Permanente, se ha quebrado el necesario equilibrio de poderes para garantizar que nadie ostente tanto poder ni se exceda en su ejercicio.

Ahora ¿cómo se regulan las conductas de las personas? Ello ocurre espontáneamente en las relaciones humanas. Las normas se generan por los usos y costumbres, y alcanzan un significativo grado de aceptación cuando las personas creen estar actuando bajo el imperio de una norma obligatoria.

Todo ello no es más que el resultado de un proceso en el que cada individuo, siguiendo sus fines particulares y al autorregular sus relaciones jurídicas entabladas con sus semejantes, da lugar a las normas (derecho). En el mismo, no tuvieron participación las acciones deliberadas de unos cuantos sabios o justos legisladores.

Hoy, que estamos próximos a renovar al deslegitimado Congreso de la República, muchos desubicados –con ínfulas de iluminados o mesías- se sienten los salvadores de la desgracia política en que hemos caído. Que, una vez ungidos como parlamentarios, instantáneamente se levantará sobre la nación una luz de esperanza, siendo que todas las personas deberemos comportarnos según sus sabios y justos mandatos, pues para estos hinchados, el resto de mortales somos incapaces de decidir por nosotros mismos.

Es esta especie de políticos la que le ha hecho mucho daño a la República. Sobre todo, aquellos que toda su vida –desde pequeños- se la han pasado soñando con ocupar un escaño o el sillón presidencial, y creyéndose la idea de que sus existencias estarían predestinadas a cumplir un rol histórico de hacer justicia social o renovar a la clase política.

Nuestra sociedad siempre estuvo bien representada en el disuelto Congreso. El que roba en el peso, el que se pasa la luz en rojo, el que copia en los exámenes, el que bota la basura en el río, el que cierra la cuadra para celebrarle el quinceañero a su hija, el que invade la pista para vender sus artículos, el que falsifica documentos para obtener una ventaja, el que soborna a un policía para que no le ponga multa, todos y cada uno de estos peruanos tuvieron dignos y fieles representantes en el parlamento.

Entonces, si realmente queremos solvencia moral y capacidad en los próximos parlamentarios, primero cambiemos nosotros para que el Congreso sea reflejo de lo que somos como sociedad. Desafortunadamente caemos en los mismos errores, pues la que ahora se hace llamar nueva generación de políticos está viciada por el contexto en que ha surgido, esto es, la ruptura del orden constitucional y democrático.

Los jóvenes políticos, si realmente quieren hacer la diferencia, pisen tierra y sean conscientes que, para cambiar al mundo, primero deben empezar por ordenar sus cuartos.

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