En agosto se cumplen 100 años del inicio del segundo gobierno del presidente José Pardo y Barreda, reconocido como uno de los políticos “renovadores” del periodo que Jorge Basadre bautizó como la República Aristocrática. De su primer gobierno (1904-1908) destacan, por ejemplo, políticas educativas como la instauración de la educación primaria obligatoria y gratuita. Es por ello que en 1915, ante los crecientes reclamos de los trabajadores y movimientos estudiantiles, Pardo fue considerado como el candidato ideal para representar a la coalición de los partidos Civil, Liberal y Constitucional. Sin embargo, en su segundo periodo en la presidencia, no logró responder a las expectativas de los ciudadanos, especialmente de ingresos medios. Ello dio pie a la derrota de su partido frente al civilista disidente Augusto B. Leguía en la elección de 1919. ¿Por qué el segundo gobierno de Pardo, a diferencia del primero, terminó en tal fracaso? Una respuesta sencilla, aunque no por ello desacertada, es que el Partido Civil creyó que el Perú podía seguir siendo gobernado como lo venía siendo desde el siglo XIX.
Algo similar, y que me disculpe Pardo, podríamos decir de la gestión de Luis Castañeda, últimamente conocido como “el virrey” por la forma casi despótica con la que gobierna la ciudad de Lima. Tras una cómoda victoria electoral en octubre del año pasado, parece que el señor Castañeda creyó que podía gobernar la ciudad como lo hizo entre los años 2003 y 2010. La caída en su aprobación mostrada por las últimas encuestas ya debería haberle hecho notar que, si pensó eso, estaba equivocado. Durante la gestión de Susana Villarán los temas municipales captaron un mayor interés de la opinión pública, en parte por el afán de la alcaldesa por mostrarse transparente (junto con algo de “figuretismo”), en parte por el esfuerzo de sus opositores (entre ellos Castañeda) de evidenciar su mediocridad.
Una de las víctimas del regreso de Castañeda, tal vez la principal, ha sido la operación de los corredores concesionados en el marco de la reforma del transporte iniciada por la gestión anterior. La Municipalidad de Lima ha dado pasitos para atrás, pasitos para adelante y la ejecución de la reforma (lo que más le interesa a los ciudadanos) ha quedado en el limbo. Con el regreso del “periodo de prueba” de la ruta troncal 202 (Javier Prado-La Marina) y el anuncio de la firma de los contratos de las otras rutas, pareciera que los corredores se implementarán a pesar de las cuestionadas ordenanzas aprobadas por el Consejo Metropolitano, las cuales alargan la vida de la “guerra del centavo”.
Ahora, ¿Por qué Castañeda cambia de rumbo en la política de transporte? ¿Será que la Municipalidad Metropolitana de Lima es una institución sólida, que respeta sus acuerdos y contratos porque es lo correcto? ¿Será que Castañeda ha abandonado su actitud mesiánica, que ha dejado de jugar a ser el “rey de la discrecionalidad” (Pablo Secada dixit), para ser un político serio, que está ejecutando un plan de largo plazo para el desarrollo de la ciudad?
Lamentablemente, es improbable que sea el caso. Si la Municipalidad de Lima pasó de decir que todo estaba mal en la reforma, para luego retomar la implementación con poca o ninguna novedad, es de suponer que otros (tal vez las empresas) tuvieron que hacerles notar el tremendo error que estaban cometiendo. Tremendo error, en primer lugar, por los arbitrajes que tendría que afrontar la MML, pues los consorcios ganadores no iban a permitir que la inversión hecha para cumplir con los requisitos del concurso se pierda del a noche a la mañana. En segundo lugar, por las pérdidas económicas, sociales y ambientales que le genera a la ciudad el tener como sistema de transporte al “plato de fideos” que Castañeda enredó aún más en sus dos periodos anteriores.
Luis Castañeda no lleva ni seis meses de regreso en el sillón de don Nicolás de Ribera, el viejo. Si los ciudadanos no quieren que el futuro de la tres veces coronada villa se decida a discreción del virrey y sus cortesanos, deberán exigir que la primera minoría del Consejo deje de brillar por su ausencia. Los intereses privados no siempre estarán del lado de lo que le conviene a la ciudad, como es en el caso de los consorcios que han invertido para prestar un mejor servicio de transporte. Si la oposición no comienza a actuar seriamente, don Oscar Luis Castañeda Lossio seguirá pisoteando lo avanzado y comprometido (algo es algo) por la gestión anterior bajo la triste máxima virreinal «la ley se acata pero no se cumple»