La revolución del 68 llega al Perú 52 años después, por Federico Prieto Celi

Los que siembran vientos cosechan tempestades. Esas piedras lanzadas por agitadores son los culpables de la violencia.

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La revolución cultural de 1968 llegó al Perú la semana pasada, 52 años después de que azotara el primer mundo, teniendo como sede París. Una revolución ácrata (“que se vayan todos”), anarquista (tiran la piedra y esconden la mano) y permisiva (queremos una sociedad de bienestar, sin políticos). No fue cultural esa revolución, en el sentido clásico de fomentar la cultura. Fue a la búsqueda de un cambio de cultura, de la basada en valores y virtudes, verdades e ideales, en otra, como la que recogía lo peor del viejo paganismo: “Hagamos el amor y no la guerra”, que marcó la degeneración y desaparición del imperio romano.

En el caso del Perú, el motor puede haber sido la política confrontacional del corrupto gobierno de Martín Vizcarra, pero el operador principal ha sido el grupo oligopólico de los medios de comunicación, como dijo el domingo 15 en el programa Rey con Barba el colega Fernando Rospigliosi. Unen a Vizcarra con el grupo mediático -y el rebote en las redes- la mentira y el dinero. La mentira negativa: todo es malo, para destruir. El dinero del fisco, que pasa del estado a las arcas del oligopolio. Tú me das dinero de los contribuyentes, yo les miento sin ambajes ni sutilezas, para que tú no vayas a la cárcel. El principal culpable del estremecimiento de los 32 millones de peruanos es, por tanto, la mentira cínica e incongruente de los medios masivos que dominan la opinión pública, a despecho de los pocos que se esfuerzan por esclarecer la verdad.

En política nada es casualidad. Alguien ha organizado las marchas, precisamente cuando ya no se necesitaban. El gobierno de Merino fue perfectamente constitucional. Hubieran sido útiles en los dos años largos del nocivo gobierno de Vizcarra, que envenenó la opinión pública y no hizo nada. Ya no eran útiles cuando el Congreso, bajo la inspiración momentánea del Espíritu Santo, vacó a Vizcarra por 105 votos contra 19. Vizcarra no debe volver a palacio, debe ir a prisión. ¿Quién organizó las marchas? ¿El socialismo internacional, el Foro de Sao Paulo, los caviares criollos, los tentáculos de quienes quieren para el 2030 una civilización universal abierta?

He visto hasta el hartazgo las bien organizadas manifestaciones callejeras -mitad pacíficas, mitad violentas-, en las que iban adelante las chicas (afrontando el peligro) e inmediatamente después los muchachos (cubiertos), una actitud poco caballeresca, por decir lo menos. He visto a hombres que lanzaban piedras a la policía. El citado programa de Rey con Barba lo hizo notar con ejemplos concretos. Los que siembran vientos cosechan tempestades. Esas piedras lanzadas por agitadores son los culpables de la violencia.

La Policía, en el Perú y en todas partes, sabe actuar con prudencia. Se juega el tipo con ello. Nunca olvidemos el 5 de febrero de 1975, cuando la policía se retiró de las calles. Los jóvenes del 2020 no habían nacido. Provocó una masacre. La policía defiende al ciudadano de sí mismo, como me dijo una vez el general Gaucho Cisneros. Pero, a posteriori, es fácil echarle siempre la culpa: si fue activo, que se descontroló; si fue pasivo, que dejó hacer. Defiendo desde aquí a la Policía Nacional. Cumple su deber.

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