La transformación del lenguaje, por Tatiana Cuadros

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Nuestro cerebro tiene muchas definiciones lingüísticas almacenadas desde la niñez, propiamente a través de la memoria a largo plazo, y van acompañadas con sentimientos ubicados en la parte insular del mismo.

Las emociones que conocemos se relacionan con cada palabra que hayamos elegido para definir un sentimiento. Y nuestras redes neuronales remueven del “archivo” la definición que hemos otorgado al vocablo. Por lo tanto, siempre que digamos una palabra le vincularemos el mismo peso emocional, tal vez en mayor o menor grado, según nuestra experiencia.

En tal sentido te pregunto: ¿qué invade a tu corazón cuando pronuncias la palabra “miedo”? Este vocablo identifica una emoción sobre una situación que nos asusta, pero no llega a implicar terror, ¿verdad?

No obstante, el problema radica cuando empleamos mal las palabras para nombrar otras emociones. Por ejemplo, usar “miedo” para expresar preocupación. Por ello, es importante estar en sintonía con y ser conscientes de nuestras emociones para evocar siempre la palabra correcta que defina la emoción experimentada.

MIEDO PREOCUPACIÓN RETO (RESILIENCIA, RACIONALIDAD, ESTRATEGIA)

En el ejemplo vemos cómo traducir o transformar una palabra que nos genere ansiedad en una que nos motive. Si en un inicio no podemos ver la situación como un reto, empecemos a bajarle el nivel de vínculo emocional y consideremos el vocablo “preocupación”.

Inconsciente y/o conscientemente nos han enseñado la definición de reto, y esta tiene una connotación muy distinta al miedo, pero para reforzarla requieres competencias como las indicadas entre paréntesis. Es más, podemos reprogramar el lenguaje programado en la infancia y darle un nuevo significado a nuestros sentimientos. Pero siempre tratando de implicar motivación.

Muchas de mis presentaciones las comienzo preguntando la definición de fracaso y todos indican que se relaciona con las fallas en algún proyecto, sin darse cuenta que es solo una percepción, ya que uno no falla sino la situación, habiéndose ganado experiencia para actuar de manera más oportuna cuando toque enfrentar una vivencia igual o parecida. En consecuencia, ya no se tendrá miedo a fracasar pues la confianza deviene de las experiencias aprendidas.

Es vital pasar de palabras que paralizan como “obstáculo” o “problema” a “reto” u “oportunidad”, pues así será más fácil superar acontecimientos diarios. Finalmente, podemos descargar de nuestra nube mental los anhelos y plasmarlos en metas, porque dispondremos ya del vocabulario ideal para lograrlas.

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