Lamento Boliviano, por Raúl Bravo Sender

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En un intento inconstitucional de reelegirse por cuarta vez en medio de unas elecciones cuestionadas –por la propia OEA- de fraude y en contra de la decisión popular del referéndum del 2016, el ex Presidente del Estado Plurinacional de Bolivia, Evo Morales Ayma, ha terminado asilándose en los Estados Unidos Mexicanos, bajo el régimen pro –o semi- chavista de Andrés Manuel López Obrador.

Un “Lamento boliviano” el desmoronamiento de la sociedad y del gobierno altiplánicos. Doble moral la de quienes pretextan los destrozos de los manifestantes en Chile y califican –por querer restablecer el orden- de dictador al gobierno democrático de Piñera, mientras justificaron las órdenes de represión dadas por el entonces Presidente Evo a sus militares, quienes leales a la Constitución empezaron a desconocerlas.

Cuando hay interés en perpetrarse ilegalmente en el poder, entonces la democracia cede a los regímenes autocráticos. Por el contrario, la democracia implica alternancia en el gobierno. En efecto, el principio de la separación de poderes no se agota en que sean ejercidos por distintos grupos humanos, pues se extiende a que nadie se perenne para garantizar las libertades individuales.

Evo Morales se presenta como la víctima de un golpe de estado. El golpe lo dio él cuando: dio una Constitución a la medida de sus pretensiones reeleccionistas, desconoció el no en el referéndum de hace tres años a su cuarta reelección, y forzó a la justicia para obtener un fallo favorable del tribunal constitucional sobre una supuesta vulneración a su derecho humano de reelegirse.

Y deja entrever un aparente éxito de desarrollo y eliminación de la pobreza. Lo cierto es que deja una bomba de tiempo en materia macroeconómica, esto es, el 8.3% de déficit fiscal del 2018, que tendrá que ser reducido por el gobierno transitorio o el que democráticamente elija el electorado en elecciones limpias y transparentes con órganos electorales imparciales.

El próximo gobierno no la tendrá fácil. Aplicar políticas fiscales de ajuste y sinceramiento del gasto público en una sociedad que se ha acostumbrado a esperarlo todo de un gobierno habituado a derrochar los ingresos de la explotación de los recursos, resultará impopular. Sin embargo, un gobierno sensato no pretende quedar bien ahora, sino prever para no hipotecar el futuro de sus conciudadanos.

Evo Morales quiso legitimar su régimen bajo la idea de un Estado Plurinacional. Pero el mismo se desenmascaró cuando afirmó que su pecado era ser un líder sindical e indígena. Entonces, ¿gobernó para todos los grupos étnicos o sólo para los indígenas a los que reiteradamente alegaba representar? El Estado no puede ser visto como un instrumento para cobrarse revancha hacia los demás segmentos de la sociedad.

Por otro lado, han caído en el mismo exceso y error los líderes de la oposición –entre ellos el civil Fernando Camacho y la actual Presidenta Interina Jeanine Áñez- al pretender legitimar sus protestas contra el gobierno de Morales en la religión católica. Esto no es una guerra santa mi mucho menos una cruzada. Se ha descontextualizado la caída de un régimen, pues la contradicción no es entre el cristianismo y el indigenismo.

Ello no hace más que confirmarnos que algunos países de la región están lejos de establecer las bases de un auténtico Estado democrático y plural bajo el cual todos los grupos étnicos y religiosos puedan convivir tolerante y pacíficamente. Los bolivianos de bien deben entender que se luchó contra un gobierno que los iba a arrastrar al abismo como un satélite del chavismo.

Si Evo realmente quiere que se restablezca el orden y la seguridad en Bolivia, que se aleje de cualquier intento de retornar al poder y deje de estar azuzando a las masas populares, pues lo único que conseguirá con ello es generar más inestabilidad, escenarios de los que sacan provecho los extremistas. Que la izquierda peruana desconozca que Evo procedió como Fujimori, sólo nos indica que entre aquella y el fujimorismo no hay muchas diferencias.

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