Pocas veces puede verse a Aldo Mariátegui y Humberto Campodónico criticando la misma cosa: es como si mañana Tom y Jerry se volvieran mejores amigos. Sin embargo, eso es lo que el último conjunto de medidas anunciado por el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) ha logrado hacer esta semana. ¿Cómo es que esta propuesta del ministro Alonso Segura ha logrado tremendo milagro? Simple: propuso algo razonable en un país donde el comentario económico está plagado de disparates, empezando por las columnas de los propios Mariátegui y Campodónico.
¿Cuál es el problema de Mariátegui? Quién sabe. Su discurso de los últimos días ha sido más enredado que las luces de mi árbol de Navidad: primero criticó a Segura por no tener suficiente iniciativa en CADE, luego se retractó y pidió aplausos para él por reducir impuestos, y luego se retractó del haberse retractado porque encontró un aumento en el impuesto a los dividendos.
¿Confundidos? Acá también lo estamos. Pero lo peor es cuando examinamos los argumentos de la última columna de Mariátegui, aquella en la cual llega a acusar de “ladino” al jefe del MEF. Puesto que la crítica fue publicada un domingo, creemos que una de las siguientes dos cosas son posibles: o su sábado por la noche estuvo muy divertido y la resaca fue fuerte, o simplemente su sentido común, como Dios en la creación del mundo, decidió descansar en el séptimo día. Cualquier que sea la razón, en su columna de marras se puede discernir, entre los adjetivos altisonantes y los ataques gratuitos, dos cosas: una propuesta y una queja.
Dejemos de lado la tremenda ironía de que, para Mariátegui, el recorte de impuestos debería regir automáticamente y no a partir de 2015, por más que nos encontremos en la última semana del penúltimo mes del año y falten menos de cincuenta días para que las medidas entren en efecto. Por el contrario, centremos primero nuestra atención en su pedido de un impuesto flat de 20% para todos los contribuyentes.
¿Alguien le ha contado a Mariátegui que parte de la masa laboral paga menos de 20% en impuesto a la renta? Su propuesta no es sólo regresiva (reduce la carga tributaria de quienes tienen más y aumenta la de aquellos que tienen menos) sino que sirve de barrera a la formalidad. La actual tasa de entrada de 15% es suficientemente alta como para que muchos trabajadores independientes opten por no emitir recibos y evitar formalizarse; por lo tanto, elevar dicha tasa a 20% para los trabajadores de menores ingresos tendría efectos estructurales bastante negativos.
Esto no debería ser difícil de entender: a mayor tasa de entrada en el impuesto a la renta, mayor informalidad, y 20% es mayor que 15%. Conclusión: la propuesta de Mariátegui tiene la seriedad analítica de un chiste de Melcochita.
Tras tremenda propuesta, propia de alguien, que como diría él mismo, ha consumido cantidades ingentes de LSD, Mariátegui prosigue a atacar el alza en el impuesto a los dividendos: de 4.1% a 6.8% en 2015, y luego con incrementos graduales hasta alcanzar 9.3% en 2019. A cambio, él nos dice, tan sólo obtenemos un “pequeño recorte” de 30% a 28% en el impuesto a la renta de tercera categoría (el que grava a las empresas), que pasará a 27% en 2017 y 26% en 2019. En resumen, el impuesto a los dividendos aumenta en 2.7 puntos porcentuales (pp) en 2015 mientras que el impuesto a la renta cae 2 pp en el mismo año.
Este es un problema de porcentajes que cualquier chico de secundaria resolvería sin problemas. La renta, al representar todas las utilidades de la empresa, es más grande que los dividendos. Por lo tanto, una reducción de 2 pp en el impuesto a la renta significa un ahorro mayor o igual a los costos inducidos por el aumento de 2.7 pp. en el impuesto a los dividendos. El resultado es que la carga tributaria sobre los que perciben estos dividendos no cambia, pues al final pagarán la misma cantidad de dinero que antes o, en su defecto un monto muy similar. Mariátegui se pregunta por qué la Confiep no dice nada al respecto, pero la razón, de hecho, es muy simple: ellos sí hicieron su tarea de matemáticas todos los días después del colegio. Es más, el propio Roberto Abusada, un economista mucho más capaz que este autor, hace hincapié en esto mismo en una columna publicada en Perú.21 el mismo día que la de Mariátegui: la carga no cambia significativamente, pero los incentivos para una mayor reinversión de utilidades, lo cual brindará soporte a la inversión privada, sí se modifican.
Abusada llama a esto último una medida inteligente. Mariátegui lo llama un robo. Juzguen ustedes quién entiende más de economía. O de aritmética.
Agenda: Campodónico no se salva. Sus críticas serán discutidas este próximo viernes.
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