Liberalismo irreflexivo, por Nícolas Espinoza

«Los libertarios tienden a desestimar la pluralidad de voces, pues consideran que toda opinión que no siga los lineamientos estrictamente establecidos son un paso más al colectivismo.»

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«El liberalismo no tiene una respuesta para todo, como pretende el marxismo, y admite en su seno la divergencia y la crítica, a partir de un cuerpo pequeño, pero inequívoco de convicciones.»

Mario Vargas Llosa

 

Al hablar de libertad nos inmiscuimos en una discusión turbulenta y compleja, puesto que la misma palabra llega a tener diferentes connotaciones dependiendo de las bases filosóficas e ideológicas de los participantes. No obstante, sin aterrizar en el debate filosófico sobre la libertad negativa y positiva y sus repercusiones, me gustaría centrar el presente texto en un tema más mundano, pero igual de interesante y problemático desde mi punto de vista.

No son pocos aquellos liberales, quienes, por simple contraposición a la izquierda o por estar poco informados acerca de los ideales que dicen defender, se vuelven acríticos con sus ideas y no aceptan otras visiones que, basándose en la evidencia científica, pueden incluso modernizar los postulados liberales. Normalmente se trata del sector más radical del liberalismo -el llamado libertarismo- el que se encarga de rechazar cualquier crítica al sistema basado puramente en la libertad tachándola de “colectivista”.

En esta pequeña columna plasmaré algunos comentarios sobre esta situación, usando de manera indiscriminada “libertario” para economizar las palabras. Aclaro desde este momento que me referiré a este tipo de liberal para representar a la parte más irreflexiva del espectro político. Considero que la diferencia entre un liberal y un libertario reside en su concepto sobre lo que es el Estado -y por extensión cómo funcionan las leyes económicas- y su postura frente a la controversia que genera la palabra “libertad” en términos filosóficos. Mas, en esta ocasión, no nos centraremos en aquel debate, sino en las reacciones que suscitan en esa fracción las críticas al liberalismo.

Liberalismo y libertarismo

Partamos identificando al liberalismo. Para John Rawls (2013), filósofo inglés, el liberalismo político busca “delimitar el dominio político y especificar su concepción de la justicia de tal manera que sus instituciones puedan tener el apoyo de un consenso traslapado” (p. 30). Si bien nos ayuda a dar luces de un rasgo característico del liberalismo -la limitación del poder estatal y el pluralismo-, no resulta del todo satisfactoria esta definición. Si atendemos a lo escrito por Helena Rosenblatt (2020) caeríamos en cuenta de que en realidad la palabra tuvo varios significados, siempre dependiendo de las condiciones que se vivían en aquel momento. No era lo mismo ser liberal en Alemania antes de su unificación que serlo en Francia durante la Revolución Francesa. En la definición que da Mario Vargas Llosa (2018) sobre el liberalismo, nos muestra una ideología que defiende la libertad de empresa sin caer en la lógica economicista, haciendo críticas en aquellas dictaduras que impulsaron un libre mercado sin respetar las libertades políticas o individuales. A su vez, considera que la igualdad de condiciones es necesaria para un correcto funcionamiento del sistema liberal, poniendo de ejemplo a los jóvenes y su situación educativa precaria. Por último, como se puede inferir de la cita inicial, manifiesta que dentro de un círculo liberal se debe tolerar y fomentar la crítica para no volver al liberalismo una ideología hermética. Friedrich Hayek (2006) por su parte muestra una actitud progresista al mencionar que la visión liberal “es abierta y confiada, atrayéndole, en principio, todo lo que sea libre transformación y evolución, aun contándole que, a veces, se procede un poco a ciegas.” (p. 510). Entonces, podemos concluir que el liberalismo es una ideología que busca la limitación del poder estatal y acoger una pluralidad de voces razonables y comprensivas, teniendo en cuenta las condiciones -políticas y económicas- en las que nos encontramos, tolerar e incentivar la crítica para un enriquecimiento de los postulados y, por último, tener una expectación sana sobre el futuro sin caer en una actitud reaccionaria frente a lo novedoso.

En base a esa pequeña definición del liberalismo, podemos, entonces, ver los errores de la porción más recalcitrante y extremista: el libertarismo. Esta facción, a diferencia de lo expuesto, tiende a desestimar la pluralidad de voces, pues considera que toda opinión que no siga los lineamientos estrictamente establecidos son un paso más al colectivismo. Incluso, no son pocos aquellos defensores de la libertad más pura quienes manifiestan un profundo rechazo a ello por creer que indudablemente nos estaríamos acercando cada vez más al socialismo, no solo cometiendo una falacia de la pendiente resbaladiza, sino reduciendo tanto al absurdo una teoría política al punto que parecen cometer la falacia del hombre de paja.

¿Qué sucede en el seno del liberalismo con respecto a las políticas económicas? ¿Cómo se toman aquellas críticas de quienes, siendo liberales, no nos adscribimos a sus dogmas? Principalmente nos acusarán de no defender la libertad como tal, lo que los llevará, siguiendo la lógica anterior, a tildarnos como “colectivistas”, basándose en teorías economicistas que pretenden resolver absolutamente todos los problemas sociales en base al libre mercado o creyendo que este mismo es perfecto y no necesita de la intervención estatal pues “el mercado siempre se autorregula”. Que no se malinterprete la postura que aquí expongo, los liberales consideramos que el libre comercio y la defensa de la propiedad privada es necesaria para progresar, pero nos resulta irrisorio que la libre empresa sea suficiente para acabar con la pobreza de un país, pues se necesita la ayuda del Estado que, sin caer en paternalismos, genere las condiciones para un correcto desarrollo de la libre competencia. Es más, Friedrich Hayek (2008) menciona que “cuando, en resumen, se trata de riesgos genuinamente asegurables, los argumentos para que el Estado ayude a organizar un amplio sistema de seguros sociales son muy fuertes.” (p. 124). Los libertarios, a su vez, caen en el error de creer que las condiciones específicas en las que se aplicaron determinadas políticas liberales son las mismas por las que pasamos los latinoamericanos -o más concretamente los peruanos-. Es cierto que gracias al capitalismo muchos países pudieron superar las crisis que vivían y ahora su población vive más holgadamente que en Perú, pero ello no significa que copiando lo que hicieron se obtendrán los mismos resultados. Nuestra propuesta es emular aquellos éxitos, siendo la gran diferencia entre ello y copiar, que se debe tener en cuenta la situación por la que atraviesa la nación.

Por último, esta crítica está enfocada en aquellos que se autodenominan “paleolibertarios” y que muchas veces se muestran en contra de propuestas progresistas como el aborto o el matrimonio homosexual, llegando a tal grado que es muy difícil diferenciarlos de un conservador o de un libertario. Un aspecto fundamental de toda sociedad es el dinamismo, aquella característica con la cual los cambios sociales no son solo “cosa de una minoría”, sino un reclamo por mayores derechos o reconocimientos. Y esto no se produce solo porque hay “lobbies progres” que buscan lucrar, sino que los cambios sociales están atados a los progresos tecnológicos, científicos o con el solo hecho de que una situación en particular haya producido un cambio de paradigma en la ética o ciencias sociales. Aclaro que esta crítica se centra en un sector que ha cogido gran fuerza en su momento, pues desconozco el estado ideológico actual de sus defensores.

Conclusión y breves comentarios

Como se ha podido observar, la conducta de este subgrupo del liberalismo es incompatible con los postulados liberales. En síntesis con lo expuesto, puedo decir que los liberales nos encontramos preocupados por el desarrollo de un liberalismo mal entendido. Consideramos que tal ideología no se debe centrar solo en la libertad individual como fin último, sino plantear soluciones que beneficien a la mayoría de peruanos en base a tales ideas. ¿Qué ocurre cuando es incompatible el medio (la libertad) con el fin (el bienestar general)? Se prioriza el fin y, si el medio elegido para conseguirlo no resulta tan perjudicial para la libertad personal, no hay razón alguna para oponerse a su prolongación. ¿Y si el balance resulta desfavorable para la libertad? Pues la medida empleada deberá permanecer hasta que se solucione la crisis o se encuentre una mejor salida que concilie mejor la libertad con el bienestar general.

Lucidez.pe no necesariamente comparte las opiniones presentadas por sus columnistas, sin embargo respeta y defiende su derecho a presentarlas.

 

Referencias:

Hayek, F. (2008). Camino de servidumbre. Unión Editorial.

Hayek, F. (2006). Fundamentos de la libertad. (9.° ed.). Unión Editorial.

Rawls, J. (2013). Liberalismo político. Fondo de cultura económica.

Rosenblatt, H. (2020). La historia olvidada del liberalismo. Crítica.

Vargas, M. (2018). La llamada de la tribu. Alfaguara.