The List

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“Deception is a state of mind and the mind of the State”
James J. Angleton

Ya en 1944, por lo menos en la segunda mitad del año, se veía venir una victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial. Por esa razón, no se explica la insistencia, propia de una persona perturbada, de redactar y enviar aquella lista.

Después de la batalla de Monte Cassino, al sur de Italia, en enero de 1944, el repliegue del eje y su eventual derrota se veía como una situación cada vez más factible. Ello se vio consolidado con el desembarque en Normandía en junio de ese año. Es justo también ese año en donde los servicios de Inteligencia de Estados Unidos y Reino Unido emprendieron operaciones de contrainteligencia contra la Unión Soviética. Ello fue aprehendido por este funcionario de inteligencia, que sintió con pavor propio de un traidor, posibles investigaciones que lo podían comprometer.

Kilby había estado reportando y espiando para los soviéticos antes y durante esta guerra. Sabía que era posible que el Kremlin podía comprar las mentes de las “vanguardias” y de los ejércitos. No era tanto un ejercicio ideológico, sino más bien propio del circulante metálico. En el mejor de los casos, como podía avizorar él al estar tanto tiempo en las sombras, Moscú podía cooptar a punta del Ak-47, a los líderes de sus futuros Estados satélites. Al parecer ello no le importó mucho. Más bien, al parecer, por el contrario detonó una motivación aún mayor para redactar esa lista.

Para entender el contexto de este documento, tenemos que situar a Kilby dentro de los quid pro quos propios del término de esta Guerra Mundial. Así, el oficial consular soviético en Estambul estaba dispuesto a enviar a Reino Unido y Turquía, otra lista con los agentes dobles soviéticos.

Es de ese modo que, en un arranque de falta de lucidez, escribió una lista de líderes Católicos que habrían podido formar una Gobierno post-guerra en Alemania. El Kremlin, poco después de recibir el documento, encarceló y mató a la mayoría de los integrantes contenidos en el memo.

Este episodio no hace más que mostrar la (falta) de cualidad(es) personal(es) con las que Kilby había sobrevivido en esta primera etapa de su vida como espía. Por el contrario, a decir de sus compañeros de armas, se le consideraba un cuasi ejemplo en el servicio, un oficial servicial y de dones caballerosos…


Fuente: www.telegraph.co.uk