Se le advirtió al Papa Francisco en todos los idiomas, se le dijo que no fuera a Turquía, que era muy peligroso, que podía ocurrir un atentado contra su vida, que meterse en estos momentos a visitar un país en donde la religión musulmana es la gran mayoría, etc. era meterse en la boca del lobo. El Papa simplemente se limitó a sonreír y mencionar que si alguien lo matara, le harían un gran favor a él. El Papa se ha salido con la suya… mejor dicho, diría que el Espíritu Santo se ha salido con la suya, como siempre, por lo que el Papa ha cumplido con una exitosa visita de tres días a Turquía. Y francamente, hay que ser muy valiente o ser un loco de atar, para querer meterse en estos momentos a un país islámico, en un momento en el que los seguidores fanáticos musulmanes del denominado “Estado Islámico”, asesinan a mansalva a los cristianos radicados en los países de oriente musulmanes, degollándolos sin motivo alguno, incluyendo el asesinato de niños y mujeres por doquier. Pero el Papa no sólo es valiente sino que tiene una fe sólida, absoluta en lo que le pide el Espíritu Santo, y con toda humildad y confianza obedece. Puede que él mismo lo considere peligroso, pues es un hombre como cualquiera de nosotros, con los temores y miedos que cualquiera sentiría. Pero sigue adelante y cumple la voluntad de Dios. En la historia sólo hubo un loco como él que se atrevió a viajar al oriente y a meterse en la boca de lobo: San Francisco de Asís.
Efectivamente, a mediados del siglo XIII, habiendo los musulmanes conquistado tierra santa y en plenas cruzadas, un tal Francesco de Asís, acompañado de unos frailes mendigos discípulos suyos que lo seguían, predicando el amor a todos los hombres, tuvo la osadía de viajar nada menos que a tierra santa y pedir una audiencia con el jefe de todos los musulmanes, el temido sultán Saladino, el cual había conquistado nada menos que la ciudad santa de Jerusalén. Francesco se presentó en la sala de audiencias del palacio que ocupaba Saladino en Jerusalén. El sultán lo recibió con cierto respeto y curiosidad. Francesco agradeció que lo recibiera y comenzó nada menos que a predicar al sultán, la palabra de Dios y el mensaje de Jesucristo a todos los hombres. Le habló del amor al prójimo, de la hermandad de todos los hombres, especialmente entre cristianos y musulmanes y del sinsentido de la guerra santa. En otras palabras, Francesco, en su pureza, fe profunda y gran amor por todos los hombres, ¡Pretendía convertir al cristianismo al gran sultán Saladino! ¡Vaya valentía y coraje la de Francesco! Los príncipes y nobles musulmanes que acompañaban en su corte a Saladino se quedaron boquiabiertos, sorprendidos de la osadía de este fraile medio loco, que pretendía convertir al cristianismo al mismo sultán. Como era de esperarse, el sultán escuchó a Francesco con cortesía, pero rechazó el convertirse al cristianismo, despidiéndolo amablemente y permitiéndole que regresara a la ciudad de Asís sano y salvo.
Ocho siglos más tarde, un Papa de nombre Francisco, el cual ha adoptado el nombre de aquel mismo santo del siglo XIII que visitara a Saladino en su reino musulmán, de alguna manera repite la misma hazaña al visitar un territorio en donde la religión musulmana es mayoría. Más aun en estos momentos en que el mundo vive un cierto enfrentamiento entre occidentales y musulmanes –especialmente en el norte de Irak y Siria en donde se deguellan cristianos por doquier, así como se bombardean ciudades musulmanas enteras en represalia por los cristianos degollados vilmente a manos de los fanáticos musulmanes del Estado Islámico-; es en estos momentos que el Papa Francisco decide precisamente hacer una visita a Turquía. Paradójico de alguna manera.
En estos tres días de visita a las ciudades de Ankara y Estambul, en Turquía –del 28 al 30 de noviembre- el Papa Francisco ha podido reunirse, entre otras importantes personalidades, con el patriarca ecuménico Bartolomé en el aeropuerto de Estambul el sábado por la mañana, tras el primer día de viaje en Ankara en donde el habló a las autoridades políticas y religiosas. Posteriormente el Papa visitó la Mezquita Azul, lugar cuya construcción se iniciara en 1609 y se inaugurara en 1617. Es interesante saber que el nombre de este lugar de culto se debe al Sultán Ahmet I. Allí fue recibido por el Gran Mufti. Francisco entró por el gran pórtico y han visitado juntos el lugar. Descalzo y acompañado de un traductor, el Papa ha escuchado atentamente las explicaciones sobre la mezquita. La visita ha finalizado con un momento de oración en silencio ante un imán y un intercambio de regalos. Francisco le ha dicho al Gran Mufti: “tenemos que dar un paso más, además de pedir y dar gracias, tenemos que adorar a Dios, la adoración gratuita”. Como se puede apreciar, pareciera que San Francisco de Asís nuevamente estuviera en tierras musulmanas predicando la unión y el amor de todos los hombres.
Francisco también visitó el Museo Santa Sofía. Este bello monumento fue primero basílica cristiana patriarcal ortodoxa, posteriormente mezquita y finalmente museo desde 1935 por decisión de Mustafa Kemal Atatürk, fundador de la República de Turquía. Hoy el uso de este lugar como lugar de culto –iglesia o mezquita– está severamente prohibido. Santa Sofía fue la basílica más grande del mundo, de mayor tamaño que la basílica de San Pedro en Roma y fue basílica hasta la caída de Constantinopla –hoy Estambul- en manos de los musulmanes en 1453. Al finalizar la visita a la ex basílica, el Santo Padre ha firmado en el libro de visitantes distinguidos del museo y con santa astucia -y digo santa astucia pues ha escrito una oración como si estuviere aún en un templo cristiano. El Papa escribió: «Quam dilecta tabernacula tua Domine (Salmo 83). Contemplando la belleza y la armonía de este lugar sagrado mi alma se eleva al Omnipotente fuente y origen de toda belleza, y pido al Altísimo guiar siempre los corazones de la humanidad sobre el camino de la verdad, la bondad y la paz».
Finalmente, el Papa Francisco y el Patriarca Ecuménico Bartolomé, firmaron una declaración conjunta histórica en la que reafirmaron su deseo de alcanzar la unidad de los cristianos y donde expresaron también su preocupación por los cristianos perseguidos, en especial en Irak y Siria; además invitaron a promover un “diálogo constructivo con el Islam, basado en el mutuo respeto y la amistad”. En esta histórica visita un valiente Papa ha buscado hablar de paz y amor, en unidad con el Espíritu Santo tal como lo hiciera hace varios siglos atrás, el santo de Asís. Los dos Franciscos se han unido, metiéndose valientemente en la cueva del lobo, a dar un mensaje de unidad, de paz y amistad con el Islam. Esperemos que este viaje no haya sido en vano y estamos seguros que no lo será, pues el Espíritu Santo… nunca trabaja en vano.