Esta es la segunda vez que me atacan en la calle de manera violenta y si no fuera por mi rápida reacción, también me habrían asaltado. La inseguridad ciudadana es un tema latente en nuestra ciudad y desafortunadamente, la brecha social que existe entre los más de cuarenta distritos de Lima origina que algunos pocos gocen de atención casi personalizada y otros vivan en el olvido. Por cada trescientos ciudadanos en San Isidro hay un policía mientras que en Puente Piedra hay uno por cada dos mil ochocientos ciudadanos. Alucinante.
Esto se debe a que la manera en que se han distribuido a los oficiales se ha dado tomando en cuenta no en el número de personas, sino en el patrimonio de estas. Para acabar con esta problemática es urgente una redistribución liderada por el alcalde metropolitano y el ministro del Interior.
Todavía recuerdo cuando hace dos años, aproximadamente, me dejaron botado por un arenal detrás del Hospital María Auxiliadora en Villa María del Triunfo. Los detalles no importan en la medida de que asaltos de esa magnitud se dan a diario en esta metrópolis. No obstante, grande fue mi sorpresa al ir a la comisaría de la zona un día después y ver cómo los gestos del policía que me atendió eran de incredulidad. ¿Cómo podía haberme buscado varios puñetes en la cara y el robo de mis pertenencias? Claro, quizá yo me insinué al taxista que terminó con dos sujetos más tirándome de su auto en movimiento.
No necesitaba decir que era cabro, gay o lo que fuese, ya tenían veredicto. Y esa es otra de las razones por la que muchos no denuncian o denunciamos. Claro que da rabia en ese instante y después con algo de música o una buena serie se te pasa. Pero, esa mentalidad machista de la policía es un chip que no va a cambiar sin voluntad política; lo mismo con el serenazgo. La solución es que quienes deben cuidar de nuestras vidas necesitan entender que existen personas más allá del prototipo de hombres y mujeres heteronormativos. E incluso no me animaría a incluir a la mujeres cuando las cifran nos indican que normalmente luego de sufrir algún hecho de violencia no denuncian, menos las personas trans que son más vulnerables.
Al menos ser hombre biológico desde un principio ya te da ciertos privilegios en esta sociedad. Escuchaba al candidato Gustavo Guerra García mencionar con claridad que el enfoque de género será una política en su gestión y cosas así, aún en medio de tantas decepciones electorales, dan esperanza. Nuestra chamba, por supuesto, será fiscalizar para que cumpla.
Hace un par de días que me ocurrió este atraco, que no lo fue precisamente porque tiré mis cosas por la ventana del taxi, me salvé por la intervención de los vecinos y no por la de algún policía o sereno. Reconozco que hay un número limitado de efectivos, pero formas de prevención también existen: calles fluidas sin tranqueras, iluminación pública permanente, puestos de auxilio rápido metropolitanos.
Ninguno de los anteriores encontré esa noche, salvo un mototaxista que se cruzó a contracorriente al taxi del que terminé saltando a la pista. Vecinos organizados hacen la diferencia, en la sierra están los ronderos que aplican la justicia popular; todo esto no sería crucial si las autoridades municipales confluyeran al serenazgo y la policía, además de liderar a esta última en sus ciudades. Estamos a dos meses de empezar a hacer un cambio. El siete de octubre pensemos en nuestras vidas. Todas importan.
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