Mayor atención a la economía de la salvación, por Federico Prieto Celi
Muchos fieles han llegado a comunicar a las autoridades su deseo de volver a la práctica de las actividades religiosas, pero hasta ahora la respuesta ha sido nula.
“La fase tres de la reactivación económica generó que el 96% de la economía se ponga en marcha, mientras que con la fase cuatro se podría llegar hasta el 98% de la producción” declaró el sábado dos de octubre la ministra de Economía y Finanzas, María Antonieta Alva. Ahora bien, queda todavía por abrir las actividades religiosas de culto, lo que se llama técnicamente “economía de la salvación”. Las relaciones que los pueblos tienen con Dios, en atención a los bienes del espíritu, son tan necesarias o más que los bienes materiales.
En todas las diócesis de la Iglesia en el Perú, de acuerdo con la autoridad de los obispos, los párrocos y capellanes han realizado discretamente pequeños servicios religiosos, teniendo en cuenta los protocolos para mantener la protección frente a la pandemia, como lavado de manos o distancia social predeterminada, entre otras. Sin embargo, desde mediados de marzo, la población católica, que es la gran mayoría, se ha tenido que contentar con participar de alguna manera en la misa, mediante la televisión. Ello facilita la piedad, sin duda, pero no cumple la necesidad y la obligación de la participación real en la Eucaristía, que ha sido suspendida por las autoridades gubernativas y eclesiásticas, mientras dure el aislamiento social.
Entre los derechos fundamentales de la persona y el respeto a su dignidad, está la integridad moral, el ejercicio libre de todas las confesiones religiosas, la libertad de conciencia y de religión en forma individual o asociada, así como las expresiones públicas de fe y culto. Su limitación solamente se justifica por causas graves y por tiempo determinado, como es el caso de la epidemia de COVID-19, pero el hecho de que se pueda afirmar que el 98% de la actividad económica se ha puesto en marcha, y solamente queda, por tanto, un 2%, tranquiliza el trabajo productivo para el bienestar social, pero no la tranquilidad espiritual de las relaciones del hombre con Dios, indispensables para el bienestar integral de la persona humana.
Desde el 20 de marzo hasta el 15 de julio de 2020, el ministro ha sido el doctor Víctor Zamora, conocido por su falta de creencias religiosas, por lo que se explica el poco interés que tuvo por devolver a la ciudadanía el derecho al cultivo religioso del espíritu, pero desde el 16 de julio la ministra es la doctora Pilar Mazzetti Soler, quien tiene mucho que decir al respecto, teniendo en cuenta que el año 2020 ha ingresado al último trimestre, y que el 25 de diciembre es una fiesta religiosa cristiana de fuerte connotación universal, que requiere de previa preparación, como la Iglesia católica hace con el tiempo litúrgico de Adviento.
Muchos fieles han llegado a comunicar a las autoridades su deseo de volver a la práctica de las actividades religiosas, pero hasta ahora la respuesta ha sido nula. Por tanto, el presidente de la República, de un lado, y la Conferencia Episcopal de otro, deben informar a la población sus planes en este aspecto de la vida peruana. No desconocemos que los obispos han conversado con el gobierno ni que tienen los protocolos listos para reiniciar sus trabajos apostólicos, pero la feligresía requiere de un pronta y concreta palabra de aliento.
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