En los años ochenta, existían dos fechas del año en los que la sociedad peruana se paralizaba. Una era el 28 de julio, debido al mensaje presidencial. La otra era el 15 de diciembre, fecha en que concluía la primera legislatura del año y se promulgaba la Ley de Presupuesto y su Ley de Financiamiento. ¿A qué se debía que la sociedad peruana se paralizara? A que en dichas fechas el gobierno de turno promulgaba normas que modificaban los impuestos vigentes y otras normas importantes, originando el alza de los combustibles, etc. Por ello, en las vísperas las colas en los grifos eran ya una costumbre nacional, así como el alza del dólar norteamericano, generándose la inflación e hiperinflación correspondiente.
En el caso del mensaje presidencial, mientras el presidente de turno leía su mensaje, las calles de Lima lucían vacías, pues todo el mundo estaba pegado a su televisor escuchando el mensaje. ¿Tan entretenido era el mensaje? Para nada. Sucedía que era tanta la inseguridad que se vivía –pues los gobiernos cambiaban las normas y reglas de juego continuamente- que los empresarios, inversionistas y ciudadanos comunes salían corriendo una vez terminado el mensaje, a fin de comprar dólares y los empresarios a tomar las medidas del caso para modificar su plan de inversiones, pues las reglas de juego nuevamente cambiaban. La ciudadanía vivía en un estado de psicosis permanente viviendo al día, pues las reglas cambiaban prácticamente a diario.
En los noventa, la economía comenzó a estabilizarse, terminó la hiperinflación, el terrorismo fue casi derrotado y el Perú comenzó a reinsertarse en la comunidad económica y financiera internacional. Comenzaba el crecimiento económico. En la década del 2000, pese a las crisis internacionales, el Perú continuó su crecimiento y los diversos gobiernos de turno supieron mantener el crecimiento económico. Sin embargo, desde que comenzara este gobierno -con un presidente juramentando, en mi modesta opinión, de manera inconstitucional por una Constitución derogada como la de 1979- los mensajes presidenciales han sido cada vez más vagos, populistas y poco concretos. Han pasado tres años de gobierno y ya vamos por el sexto gabinete de ministros. La economía viene desacelerándose comenzando a asustar a economistas y analistas, mientras que la sociedad civil peruana vive embebida en su bienestar y consumismo, sin darse cuenta que esta situación podría terminar.
De acuerdo con el artículo 118, numeral 7, de la Constitución, corresponde al Presidente de la República dirigir mensajes al Congreso obligatoriamente, en forma personal y por escrito, al instalarse la primera legislatura ordinaria anual. Estos mensajes anuales “contienen la exposición detallada de la situación de la República y las mejoras y reformas que el Presidente juzgue necesarias y convenientes para su consideración por el Congreso”. Hoy en su mensaje, ¿Será sincero el presidente exponiendo la verdadera situación de la República? ¿Propondrá mejoras y reformas concretas? ¿Qué de nuevo nos podrá decir? ¿Qué la economía continua creciendo? ¿Qué se ha invertido en ingentes obras públicas? ¿Qué las exportaciones han aumentado? Todo lo contrario. Realmente casi debiera constituir un “mensaje de pésame” que otra cosa. Desde que asumió la presidencia, la economía ha comenzado a desacelerarse. Acabamos de apreciar la reciente crisis del gabinete Cornejo y la imposición por la primera dama de su fiel escudera Ana Jara como Premier, luego de imponer en el Congreso a su “candidata”, con lo cual, vivimos una “nadinización” del gobierno, pasando el presidente de la República a un segundo plano. Sólo falta que ella lea el mensaje presidencial. En todo caso, el hecho es que el presidente no cuenta con equipo suficiente, ni con la capacidad de afrontar la delicada situación de la economía peruana, casi como el equipo de Brasil en el último mundial de futbol. ¿Volvemos a los ochenta? Esperemos que no y que el gobierno no termine goleado como Brasil, pues una cosa es un partido de futbol y otra… el futuro del Perú.