Imaginemos el siguiente diálogo entre el Poder Ejecutivo y el Poder Judicial:
Poder Ejecutivo (PE): Oye, no estás funcionando correctamente. Y hay acusaciones serias de corrupción en contra tuya. Tienes que modificar tu comportamiento.
Poder Judicial (PJ): Pero recuerda que soy autónomo. Por lo tanto, no puedes moverme, mi cambiarme, mi menos influir en mis decisiones.
PE: Sí, pero tienes que cambiar ¿cómo hacemos? De lo contrario, el problema también me repercute.
PJ: Como soy autónomo lo haré yo mismo.
PE: ¿Cuándo? ¿cómo? ¿me puedes explicar por favor?
PJ: ¡Hey!, recuerda que soy autónomo. Entonces, mírame y no me toques.
Si bien el diálogo es hipotético, el problema es real. Los intentos de reforma del sistema de administración de Justicia (no solo el PJ por cierto) han merecido el mismo argumento en contra: la autonomía. Pero, ya lo he dicho, n veces; no es lo mismo autonomía (independencia funcional y resolutiva) que autarquía (funcionar separadamente).
El temor – infundado por cierto por los últimos años de democracia que vivimos – es que se afecte la independencia de los pronunciamientos dentro del sistema. Pregunto ¿acaso la prensa no los influye ya?
En el mismo contexto dudo mucho que cualquier intento de reforma pretenda un “copamiento” porque – además – no hace falta un proceso semejante para meter personas (Magistrados o servidores) de un partido político determinado, por ejemplo.
Entonces, diera la impresión que la única forma viable de lograr un auténtico cambio en el sistema es actuar como se hizo en la década de los noventa. Y como vemos, esa promocionada – y supuesta – reforma no sirvió. Incluso, puede que sea el origen del actual caos que vivimos en ese punto.
¿Qué hace falta? Una palabrita muy trillada que – equivocadamente – se asocia a ser mandón y autoritario; me refiero al liderazgo. Ser líder en el contexto antes referido implica comerse el lío personalmente (y no comisionarlo) y, sobre todo, tener perseverancia hasta lograr el resultado o empezar a ver cambios.
Creo yo que con actitudes como esas, además, se removerá la apatía nacional que solo despierta cuando existe un “escandalete” con fines periodísticos. De igual modo se contagiará – vía ejemplo positivo – a que otros (los sucesivos gobiernos) vean en la necesidad de una reforma una política de Estado que beneficia a todos.
Que la frase “que se haga Justicia” no sea solo un cliché.