Una bula es un género literario que dentro de la Iglesia ha servido para muchas situaciones, su paralelo en la actualidad es la de una circular, es decir, un texto informativo y, en este caso, programático. El día 11 de abril de este año, Francisco ha convocado mediante la bula Misercordia vultus (Rostro de la misericordia) un año para reflexionar sobre la misericordia que partirá desde el 8 de diciembre de este año hasta la fiesta de Cristo rey del año siguiente. Francisco nos recuerda que “siempre tenemos necesidad de contemplar el misterio de la misericordia. (ya que) es fuente de alegría, de serenidad y de paz. Es condición para nuestra salvación.” (n. 2). Por eso, me gustaría compratir tres líneas fuerza en el texto.
Dios de la Misericordia: El Dios que Jesús nos ha mostrado la misericordia, al Dios que actúa en la historia y que expresa su acción mediante la justicia. Se trata de la experiencia de un Dios que siempre se ha mostrado así y que en Jesús se evidencia totalmente esa “paciencia y misericordia”. “Como ama el Padre, así aman los hijos. –nos recuerda Francisco- Como Él es misericordioso, así estamos nosotros llamados a ser misericordiosos los unos con los otros” (n. 9). ¿Estamos viviendo aquello como proyecto de vida cristiana al momento de ejercer un rol pastoral?
Misericordia y Concilio Vaticano II: El Concilio Vaticano II implicó el diálogo de la Iglesia con el mundo moderno; la forma de aproximarse a la realidad no es de modo condenatorio sino haciendo propios los “gozos y esperanzas, alegrías y tristezas” (GS n. 1). El marco temporal de este evento eclesial convocado por Francisco guarda relación con el Concilio, con los procesos que éste inició y que se han ido postergando en algunos sectores de la ekklesia. Una Iglesia que dialoga es una Iglesia que ama desde sus vísceras, desde lo más interno. Debemos preguntarnos si ¿empuñamos las armas de la severidad, como decía Juan XXIII? o en verdad ¿Estamos siendo “signo vivo del amor del Padre” (n. 4)?
Jubileo de la Misericordia: El Jubileo no se trata solo de una acción espiritual sino que desde la perspectiva bíblica demanda accionar. El tiempo jubilar exige condonación de deudas, liberación de esclavos, es decir, la misericordia se debe expresar en gestos concretos. Este Jubileo tiene como consigna hacer evidente la misericordia del Padre, es decir, tiene un carácter testimonial que haga explícita nuestra verdadera vocación. “Es determinante para la Iglesia y para la credibilidad de su anuncio que ella viva y testimonie en primera persona la misericordia” (n. 12) ¿Hablamos en primera persona o postergamos la misericorida dejándosela a terceros?
En este texto Francisco se expresa con un lenguaje que me resuena al de los grandes profetas del Primer testamento: Amós, Oseas, Isaías y Miqueas, a quienes de hecho él cita. Necesitamos un jubileo de la Misericordia porque hemos olvidado la misericordia; ésta que es presentada como núcleo de nuestra fe, ha sido muchas veces dejada de lado por solo el culto o elementos legalistas. La misericordia es la viga sobre la que se sostiene la iglesia y que, definitvamente, la sobrepasa. La intención de este Jubileo de la misericordia debe cuestionar nuestra existencia cristiana, nuestras prácticas pastorales, nuestro ejercicio de la autoridad; que este tiempo que se abre frente a nosotros y nosotras sea para examinarnos y hacer nuestras las opciones de aquel varón de Nazaret que se hizo para-los-demás.