Nada es gratis, por Carlos Rosas

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Alguna vez pensé postular a un cargo público. Admito que lo primero que se me vino a la mente aún cuando estaba en la secundaria fue llegar al Congreso. No tenía claro para qué específicamente, pero soñaba con impulsar, al menos, una agenda que defienda las libertades individuales. ¿Desde la derecha o la izquierda? No sé o no recuerdo. Lástima que hace un par de años esta ilusión se me fuera por la borda, tal vez no toda, pero gran parte de ella.

El 2016 tuve la oportunidad de acompañar a un buen amigo en su postulación al Congreso. No hace falta decir su nombre porque en ningún momento pondría en duda sus capacidades. Él es profesional, activista y bastante más proactivo que muchos otros jóvenes de su edad. Sin embargo, en el transcurso de la campaña, recuerdo con claridad cuando una tarde mientras caminábamos por Plaza Norte y vimos un panel, de estos unipolares, me dijo que llamara al número que aparecía pegado allí para ver la posibilidad de tener una publicidad similar.

Saqué inmediatamente mi teléfono del bolsillo, marqué el número y la cara se me puso pálida luego que me indicaran que el precio por alrededor de un mes ascendía a diez mil soles por una cara. Días después comprobé que, efectivamente, así son más o menos los precios de estos paneles, que incrementan su precio cuando te acercas más al día de la elección. Al final de la campaña, si bien nunca tuvimos propaganda de esa magnitud, se me hacía un nudo en la garganta de tan solo pensar en quienes tenían su cara así en casi todo Lima.

Hoy, en días de campaña nuevamente y a un mes y medio de las elecciones municipales, me pregunto nuevamente lo mismo: ¿Cómo algunos pueden financiar tremenda publicidad como si nada pasara? ¿De dónde acaso sale tanto dinero? Paradójico puede resultar preguntarse algo así, luego de haber hecho campaña en alguna otra oportunidad con personas que tuvieron una publicidad casi parecida. No obstante, nunca es tarde para cuestionarse. ¿Es acaso regular que, por ejemplo, las autoridades electas por voto popular presenten sus gastos de campaña una vez culminadas las elecciones? ¿Por qué no hacerlo antes? Quién sabe y el regidor, alcalde, congresista o presidente estará juramentando con la soga al cuello, prácticamente hipotecado. Y como sabemos bien, en la vida nada es gratis.

Las campañas austeras existen y en más de una oportunidad han logrado los resultados esperados. Susana Villarán llegó a la alcaldía de Lima con apenas veinticuatro paneles en toda la ciudad, Marisa Glave e Indira Huilca llegaron al Congreso con publicidad hecha en volantes o gigantografías sujetas a palos de madera.

Y PPK, si bien no tuvo una campaña barata, lo que invirtió no tenía comparación con el gasto de la señora K, más conocida como Keiko. Es verdad que es atípico que ocurra, pero en esta temporada electoral, continúan existiendo ejemplos como ellos. Si vas a votar, hazlo por quien no tenga una publicidad millonaria, por favor. Los favores económicos en política difícilmente existen, se retribuyen.

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