No nos dejemos asustar, por Gonzalo Ramírez de la Torre

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Si existe un grupo de personas a las que no les reservo la más minúscula dosis de piedad, es a los terroristas. Son, sin lugar a dudas, una de las escorias más detestables que este país ha conocido y si dependiera de mí todos estarían encerrados en huecos subterráneos revolcándose en sus propios desperdicios.

Con eso en mente, comprendo y me sumo a la indignación que ha generado la notica de la existencia de un mausoleo senderista en Comas. No obstante, creo que las pasiones han estado orientadas hacia los actores incorrectos y el conato de pánico en las redes sociales, que sugiere incluso la inminente resucitación del grupo terrorista, me parece sobredimensionado.

Habría que preguntarse, en primer lugar, cómo es que llegamos al punto de tener un mausoleo para terroristas erigiéndose en territorio nacional ¿No hay autoridades cuya responsabilidad es vigilar a los grupos que muestran simpatías por estas organizaciones criminales? Claro que las hay, solo que parecen brillar por su incapacidad. Según se sabe, el video de los hechos, que muestra a una caravana fúnebre marchando hacia el mausoleo, estaba en manos de efectivos de la Dircote ¿No pudieron actuar? Más allá de la existencia de la estructura sepulcral esas personas, armadas de pancartas, estaban cometiendo el delito de apología terrorista y se tenía que hacer imperar la ley, no esperar a que la situación fuera tocada por los medios de comunicación.

La verdadera indignación debería estar dirigida a la inoperancia de las autoridades que permitieron que esto suceda.

En lo que respecta al mausoleo en sí, yo sí creo que debería ser destruido. Por más que algunas personas –entre las que resaltan algunos frenteamplistas– digan que la existencia de este lugar para enterrar a senderistas no es apología, yo creo que sí lo es. No cabe duda de que la intención detrás de esto es crear un lugar de peregrinaje para aquellos que aún se mantienen suscritos a la doctrina terrorista y, en consecuencia, estamos hablando de un lugar que simbólicamente busca enaltecer los actos cometidos por las personas que acoge. Definitivamente los deudos merecen poder enterrar a sus familiares (sin importar que en vida estos hayan sido gente repugnante), pero si se busca hacer del espacio de sepultura una fuente de adoración a la causa que defendieron, eso hay que evitarlo.

Corresponde a las autoridades ponderar si lo que sucedió en Comas es o no un acto de apología y se tendrán que tomar las medidas necesarias, se tendrá que hacer cumplir la ley. Punto.

Así las cosas, también creo que la reacción ha sido un tanto exagerada. Claro, es normal que estos ‘flashbacks’ forzados hagan picar antiguas cicatrices, sin embargo, es importante reparar en dónde estamos. Sendero Luminoso no tiene el poder que tuvo antaño. La grandísima mayoría de peruanos entiende su ideología como una proscrita y los excéntricos que aún siguen estas creencias tienen que ser vistos como los loquitos que son, semejantes, por ejemplo, a los que profesan que la tierra es plana.

Si algo puede traer como consecuencia el rebrote de la fiebre terrorista, es el miedo. Los peruanos hemos reaccionado con temor a la noticia del mausoleo, les hemos dado en la yema del gusto a estos personajes que buscan formar parte de la agenda mediática con cánticos expirados y símbolos que el tiempo ha oxidado. Claro, no podemos olvidar lo que sufrimos a finales del siglo pasado y aquellos que participaron de ello siempre merecerán el escarnio público, pero no nos dejemos asustar.