He estado en unas cuantas marchas en mi vida, siempre defendiendo aquello que me parece justo. Sin embargo, el 11 de abril de este año asistí a la mejor de todas. Era una marcha sin odio. Todo lo contrario: era una marcha llena de amor. Amor entre chicos y amor entre chicas que no dejaban de entonar las arengas que expresaban aquello que ellos y ellas anhelaban: la Unión Civil (así, con mayúscula). La aceptación del amor entre dos personas del mismo sexo.
En esta marcha participó la comunidad LGTB, y participamos también los heterosexuales que deseamos que nadie se escandalice por ver a dos chicas dándose un beso o a dos chicos caminando de la mano. Participamos muchos, muchísimos, porque esperamos que se dejen los prejuicios atrás, que dejemos vivir tranquilos y felices a los demás, como lo merece cualquier persona. Sin embargo, hay gente que no entiende esto.
Martha Chávez es un ejemplo.
La congresista no tuvo reparo en decir que Lima no está preparada para la Unión Civil, que los homosexuales pretender ser una familia pero que no pidamos que se igualen a una. Peor todavía, dijo que “en base a la felicidad no podría haber mañana poligamia, matrimonio entre un adulto y un niño. ¿Vamos a pensar que en base a la felicidad yo me puedo casar con mi hijo?” En otras palabras, para la señora Chávez la homosexualidad es equivalente al incesto.
Entonces la congresista, siendo ella tan indulgente, tuvo la caritativa idea de presentar un proyecto de ley similar: la unión solidaria. ¿Cómo podríamos poner en tela de juicio la amabilidad de tan compasivo acto? Porque, efectivamente, ella procesó los pedidos hechos para la Unión Civil y mostró su respaldo… pero solamente para los heterosexuales.
En primer lugar, es importante recalcar el nombre utilizado para este proyecto. Imagino que, en un intento por seguir la línea propuesta por el congresista Carlos Bruce, usa el término “Unión”, pues así podrá despistar a los incautos. Y claro, es importante mencionar la solidaridad porque, de todas maneras, este es un favor que se le hace a la gente, no es una cuestión de derechos. Primer strike.
Debemos entender la unión solidaria como un “acuerdo voluntario entre dos personas con capacidad de ejercicio, que pueden ser hermanos, amigos, etc., el cual origina derechos y obligaciones de carácter patrimonial y asistencial.” Algo como lo que pretendía lograr la Unión Civil, solo que sin la parte de la homosexualidad. Pueden ser “hermanos”, “amigos”, “etc”, pero no pareja. No se establece una relación familiar como sí pueden hacerlo los heterosexuales. Segundo strike.
Pero es el tercer strike el más grave, al menos para mí. En la unión solidaria está la necesidad de seguir disfrazando la realidad, de taparse los ojos ante el hecho de que los homosexuales, tanto como los heterosexuales, quieren amarse. Con un proyecto como el de la unión solidaria podría entenderse que se está otorgando luz verde a las parejas homosexuales para que se registren como “amigos” y gocen de algunos beneficios legales (bastante menos que aquellos que buscaba la Unión Civil no Matrimonial), refugiándose bajo este título de “amistad”, cuando debemos entender y aceptar que no solo son amigos: son una pareja.
O sea, con la unión “solidaria” hay que pretender que la homosexualidad no existe.
En resumidas cuentas, la unión solidaria es un engaña-muchachos. Nos quieren hacer creer que es una alternativa para la Unión Civil, pero es todo lo contrario: es su negación. La negación de la homosexualidad misma, en vez de su reconocimiento. Es un proyecto que pretende esconder y negar una realidad que viven miles de peruanos diariamente. Y eso, querida Martha, no es bacán. No nos (te) engañes.
#Unión CivilYA