No soy tu enemigo, por Hugo Olivero

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Indignación y escalofríos. Eso es lo que sentí al enterarme de la sentencia contra Adriano Pozo, el infame agresor de Cindy Contreras, que, como un cavernícola, la arrastró de los pelos y no satisfecho con golpearla, la trató de violar y de matar, quedando registrados parte de los hechos en un video que remeció a la opinión pública pero parece no haber tocado ni una fibra de los impasibles jueces que prácticamente absolvieron a este peligroso individuo.

Ahora bien, a pesar de esta dramática situación, Cindy no está sola: la apoyan políticos, comunicadores, artistas y millones de sus compatriotas. Hay esperanzas de revertir la grotesca impunidad que ha recibido su atacante. Y más aún, de enviarle un mensaje muy fuerte a la justicia de este país para que sepan que lo sucedido es intolerable e inadmisible. Junto a Cindy hay otras mujeres que han alzado su voz y cuyos casos se suman a una lucha impostergable. Qué bueno, la unión hace la fuerza.

Sin embargo, en la otra orilla, han aparecido los oportunistas de siempre. Organizaciones feministas que no han dudado en meter su cuchara y aprovechar la ocasión para realizar su propaganda ideológica. Que demonizan al hombre tratando de hacer creer que toda violencia hacia la mujer proviene de él. Como si no existieran madres o tías golpeadoras, como si no hubiera una hermana maltratadora o una vecina capaz de abusar de un niño, tocándolo. Como si la violencia psicológica fuera patrimonio exclusivo del sexo masculino o si la epidemia del machismo no infectara también mujeres.

«Hay que enseñar a los hombres a no violar», les he leído predicar con postmoderna sabiduría. ¿Es en serio? Lo que se enseña -a personas de ambos sexos, por cierto- es el respeto. Nadie tiene que enseñarme a «no violar» porque tener un pene no me hace peligroso. Mi sexo no vuelve mi moral más frágil ni me predispone a ser un agresor. No soy enemigo de las mujeres. Salí de una, que dedicó sus mejores años a criarme. La mayoría de mis amigos cercanos son mujeres. Y por si fuera poco, imagino el resto de mi vida junto a una mujer, que además me dará a mis hijos. Y no soy el único que piensa así. Conozco montones de hombres que darían la vida por las mujeres que aman. No debería sorprender tampoco: los hombres llevan miles de años muriendo por sus madres, hermanas, esposas e hijas desde las guerras de la Antigüedad, a las que iban a luchar, pasando por el Titanic en donde les cedieron los botes salvavidas, pudiendo sobrevivir casi todas ellas de esa tragedia. Esa es la historia, la que muchas «activistxs» prefieren ignorar.

Creo que hombres y mujeres no debemos perder de vista por qué luchamos. Luchamos contra la violencia y la injusticia y estas no tienen un sexo definido -los jueces que han absolvido a agresores de mujeres, también son mujeres-. Luchamos juntos, no segregados. Tu padre, tu esposo y tu hijo son tus aliados, no tus opresores. No necesitas ningún feminismo de pacotilla para defenderte: tú eres fuerte. Que esta no sea una lucha de solo mujeres para mujeres, queremos ayudarlas y también queremos vivir en paz y sin violencia. Igualdad, respeto y justicia para todos.

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