Comenzabas tu artículo titulado “¿Por qué apoyo la unión civil?”, curándote en salud diciendo que era “probablemente inútil” en estos días. Quizá estas líneas escritas a vuelapluma lo sean aún más, pues no tienen las pretensiones ni la difusión de tu columna, pero no quería dejar de hacerte llegar algunas observaciones. En el fondo, me pareció un texto interesante e inteligente, pero creo que en él mezclas, probablemente sin darte cuenta, una serie de planos. Espero este breve texto te ayude a clarificar los términos del problema.
La primera confusión estriba en considerar la oposición a la “Unión Civil” como un asunto confesional de la Iglesia Católica. No lo es. Como bien señalas en tu texto no forma parte del Catecismo; obviamente tu conocimiento de las Escrituras es más limitado, porque en ellas efectivamente es duramente fustigada esa práctica, no sólo por san Pablo, sino también en el Antiguo Testamento. Pero en ningún caso es una asunto exclusivamente católico. Como pudiste observar por las calles, quizá la oposición más fuerte se dio en todo el mundo evangélico. Sobra decir que tanto en el ámbito judío, por no mencionar al musulmán (cuyas prácticas radicales de tirarlos de un edificio repruebo y condeno duramente) tampoco es bien vista la homosexualidad (si nos atenemos por lo pronto a sus textos sagrados). Y el matrimonio homosexual no es bien visto incluso por gays activistas y homosexuales sin más, como pudiste observar en la reciente dura polémica de Dolce y Gabanna con Elton John. Es decir, es mentira decir que se trata de un asunto católico, y es una manera de esquivar el verdadero problema en cuestión.
Como bien señalas, existe de hecho, y está bien que así sea, una separación entre la Iglesia y el Estado. Cada uno legisla en su ámbito. La cuestión es ver si socialmente interesa esa legislación, si aporta algo, si contribuye al auténtico bien común de la sociedad, finalidad que justifica la existencia del estado. La opinión de la Iglesia, pero subrayo que no solo de ella, es que no. ¿Por qué? Como señalas oportunamente, porque no cabe legislar sobre lo que uno hace dentro de sus sábanas, ni otorgar privilegios por los distintos modos de ejercer la sexualidad. La propuesta de Bruce privilegia a un modo concreto de ejercer la sexualidad, es decir, adquiero un derecho según sea mi manera de comportarme debajo de mis sábanas. Lo que debe regular el estado son, como señalas “las consecuencias positivas”, es decir, los hijos. Y los hijos vienen de la unión del hombre y la mujer. Abrir la puerta de la unión civil significa, tarde que temprano, caer en la majadería de tener “vientres de alquiler” convirtiendo a los niños en un producto de mercado, lo que indudablemente supone un menoscabo a su dignidad; dignidad de los miembros más débiles de la sociedad, a los cuales el estado de derecho debería proteger. Los “vientres de alquiler”, sobra decirlo, denigran también la maternidad e instrumentalizan a la mujer al nivel de la prostitución; es curioso que las feministas no hayan pegado el grito en el cielo por semejante aberración.
Tienes razón al decir que la el estado debe legislar sobre la realidad no sobre el mundo ideal, y que no debemos cerrar los ojos ante la misma. Me pregunto entonces, ¿por qué no aceptaron la propuesta original de Marta Chávez? (no soy fujimorista, no te apures). Pues en ese supuesto tenían resueltos los problemas que señalas. Aunque ya lo sabes, pues eres inteligente, te lo voy a decir: querían una ley exclusiva para “ellos”, y además, como ellos mismos han señalado, era solo el primer paso para el matrimonio y consecuente adopción de menores, con los problemas que eso suscita, señalados en el párrafo anterior. Es decir, no quieren solo “resolver una situación injusta”, sino que buscan “una situación de privilegio” que a la postre vacía de contenido una institución como el matrimonio, fundamento de la familia, columna vertebral de la sociedad. Yo estaría de acuerdo en aprobar una ley como la propuesta por Chávez, o modificar las leyes de herencia (por ejemplo, permitiendo desheredar al que se burló de mí o me abandonó por mis preferencias sexuales); modificar una ley contingente sí, modificar una institución natural como el matrimonio no.
Por último, si bien tus comentarios políticos son interesantes, dejan mucho que desear tus actitudes exegéticas. Esa interpretación acomodaticia de la Escritura y del Catecismo está llena de contradicciones. La primera es que no viene al caso, según tus propios supuestos de separación de esferas, la cual comparto. Después señalas a la pecadora perdonada por Jesús, pero olvidas que le dice: “no peques más”, es decir, “cambia de forma de vida”. Citas el catecismo, pero al comentarlo nada dices respecto a lo de “comportamiento gravemente desordenado”; recuerdas que su camino es “de castidad”, pero señalas que es compatible con la unión civil. En realidad a nadie se persigue ni estigmatiza por no acceder a sus caprichos. Si yo quiero formalizar un matrimonio con mi hermana no es persecución ni discriminación que las leyes no me lo permitan… El sentido del punto es bien diverso: tratarlos con comprensión, lo que no quiere decir, ni de lejos, aceptar que su unión es lo mismo que el matrimonio entre el hombre y la mujer, pues en ese caso su situación como dice el catecismo no sería “una dura prueba”.
En fin, es verdad que “es pecado y no es delito” la conducta homosexual, pero pensar que se ha entendido el mensaje de Jesús dejando a las personas en situación de pecado es no haber comprendido absolutamente nada del mensaje de Jesús. Es en el terreno teológico donde tus confusiones son más marcadas y las lagunas mayores. Ciertamente me queda claro una cosa: a pesar de tus deseos por parecer una “católica coherente”, creo que la coherencia es solo con la ignorancia de la fe. Si te sirve de consuelo es un mal muy difundido y pienso que gran parte de la culpa la tenemos los pastores de la Iglesia, pues no hemos llegado a evangelizar suficientemente de forma que los fieles comprendan que tener fe es mucho más que ir a Misa o recibir un sacramento, pues esa fe lleva aparejada una conducta social donde se encarna, y donde se observa efectivamente esa coherencia que buscas. No es parte del Catecismo, pero la Congregación de la Doctrina de la Fe ha emitido un documento donde explica por qué los políticos católicos deberían oponerse a los proyectos que buscan equiparar las uniones homosexuales al matrimonio con la suficiente hondura teológica y no con exégesis barata de café. Deja muy claro también lo que significa una conducta católica coherente al respecto (http://goo.gl/ek6vTi). Pero en fin, no te culpo por no conocerlo, pues tristemente muchos católicos tienen fe de amuleto, una fe cultural, pero no han profundizado en su conocimiento, y en ello parte de la culpa la tenemos los pastores.
Espero que estas líneas te puedan ser de utilidad, una disculpa si he sido demasiado directo o incluso agresivo en las formas. La forma quizá no es la mejor, pero te invito a reflexionar en el fondo.