Últimamente aliento a la “bicolor” desde la tribuna sur del Nacional, y vivo los partidos con una emoción difícil de describir, lo que impide que analice objetivamente los partidos de la selección. El jueves pasado, saliendo del estadio, enfadado, pensaba: “Argentina nos volvió a robar un punto, igual que en la eliminatoria pasada”. En esos momentos me sentía realmente molesto porque entendía que la selección había hecho los méritos suficientes como para ganar el partido. Un par de día después, me di el tiempo de ver nuevamente el Perú- Argentina, y me pude dar cuenta que, en realidad, fue un partido parejo, en el que ambas selecciones generaron ocasiones de gol como para ganarlo, pero al final nadie fue más efectivo que el otro.
Perú, por ser local, debía buscar el triunfo, independientemente de tener al frente a un rival que contaba con jugadores del más alto nivel futbolístico. Por ello, desde el primer minuto, los peruanos pusieron garra y coraje para recuperar el balón y emprender los ataques hacia el arco rival, mostrando un estilo de juego vertical. De esta forma lograron hacer un partido digno desde el punto de vista de la afición, que al final del partido aplaudió a los jugadores por el sacrificio y empeño ofrecido dentro del campo. Pero además de la actitud para afrontar el encuentro, el equipo necesitó indispensablemente de las individualidades de Cueva, Guerrero, Trauco e incluso Rodríguez (que venía sin jugar profesionalmente desde la Copa América Centenario). Así, la selección logró ser competitiva frente a la poderosa Argentina, que se encontró por su propia fortuna con un gol tempranero, luego de un rebote del “mudo” Rodríguez. En su segundo gol, la “albiceleste” apeló a la categoría de Higuaín, el goleador del Calcio italiano. En líneas generales, la selección logró hacer frente a la jerarquía de una selección como la argentina, lo que propició un empate con sabor a victoria por las ocasiones claras que generó el cuadro nacional.
En los últimos procesos eliminatorios, la ausencia del compromiso y disciplina por parte de algunos extranjeros ha generado los fracasos de la “blanquirroja”. En las presentes eliminatorias, Gareca ha decidido excluir a Farfán, Vargas, Carrillo, Zambrano y Advíncula por, según dice, “falta de continuidad y ritmo futbolístico”. Pero en realidad es evidente que estos jugadores, con sus frecuentes salidas nocturnas y romances destapados por la prensa sensacionalista, demuestran un mínimo interés por su selección. Ante esta situación, el “tigre” Gareca ha preferido optar por jugadores destacados del medio local. Hasta el momento, estos jugadores vienen aportando el empeño, compromiso y dedicación que cualquier selección necesita como base en su camino hacia la prosperidad futbolística. Recientemente, Gareca ha adoptado esta visión inédita para los banquillos de la selección, y por eso debería quedarse hasta Qatar 2022.
Respecto al partido de mañana en Santiago, primero es necesario resaltar que, hasta la fecha, cuando hemos visitado a Chile por eliminatorias, nunca le hemos ganado. Segundo, la selección chilena viene arrastrando resultados negativos en sus últimos encuentros (derrota ante Paraguay en Asunción, empate contra Bolivia de local y derrota por goleada ante Ecuador en Quito), por lo que se encuentra obligada y presionada por ganar sus tres primeros puntos por eliminatorias en la era Pizzi. Una final más, que en el papel, resulta casi imposible de ganarla; pero siempre hay una primera vez para ganar en tierras chilenas.