Obama, el cambio climático y la política estadounidense, por Andrés Dulanto

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La política estadounidense ha estado bajo la lupa de todo el mundo debido al proceso de elecciones primarias de cara al 2016, principalmente por el reciente debate entre los candidatos republicanos,  que más pareció un circo dirigido por los siempre hilarantes comentarios de Donald Trump y compañía. Lo anterior ha hecho pasar casi desapercibida una importante noticia comunicada por Barack Obama a inicios del mes: la implementación de un plan sin precedentes contra el cambio climático.

Con el eslogan de “Solamente tenemos un hogar, un planeta. No hay plan B” Obama lanzó el “ambicioso” plan en la casa Blanca, el cual tiene como principal meta la reducción para el 2030 de las emisiones de centrales termoeléctricas, principales causantes de la emisión de gases de efecto invernadero (GEI) en Estados Unidos, las cuales representan más del 30% del total de sus emisiones, de acuerdo a datos proporcionados por la EPA (Environmental Protection Agency).

En esa línea, se plantea importantes medidas como el establecimiento de límites máximos permisibles para las plantas termoeléctricas ya existentes, lo cuale tendrán como objetivo la reducción de un 32% de las emisiones de carbono hacia el 2030[1]. El mencionado plan incluye, asimismo, acciones que involucran no solo a empresas privadas, sino a ciudadanos y al propio gobierno. Por otra parte, se plantean acciones de adaptación al cambio climático, las cuales han sido ligadas principalmente a la prevención de desastres como incendios o súper tormentas como “Sandy”.  Para mayor información pueden ingresar aquí.

Las reacciones a este plan no se han hecho esperar desde el partido Demócrata, como desde el Republicano. La candidata Hillary Clinton apoyó el plan señalando que de llegar a la presidencia continuaría el plan y lo calificó de “paso significante” en la lucha contra el cambio climático. Por parte de los republicanos Jeb Bush señaló que el plan es irresponsable, imponiéndose sobre las leyes de los gobiernos estatales y que representaría el recorte de incontables puestos de trabajo (Ver The Washington Post).

Lo preocupante es que, en cierta medida las afirmaciones de Bush no dejan tener razón: para poder cumplir con el mencionado plan cada estado tendrá un objetivo de reducción de emisiones y deberá señalar qué acciones tomará para cumplirlo. Las grandes preguntas en el plano interno serán: ¿los estados con gobernadores republicanos acatarán el plan? y ¿qué pasará si la economía estadounidense vuelve a presentar cifras en rojo, se podrá continuar con el plan a la velocidad planteada por Obama?

Por otra parte, es importante analizar el impacto del plan en las relaciones exteriores de Estados Unidos. Claramente se trata de una demostración de hegemonía estadounidense, que si quisiéramos resumirla en una frase sería: “me autolimito porque quiero”. Recordemos que Estados Unidos es criticado internacionalmente por no suscribir el protocolo de Kyoto y por generar acuerdos con determinados estados (China), obviando los consensos que se tratan de construir en materia de reducción de GEI.  Aquí la pregunta es: ¿Suscribirá Obama los acuerdos de Paris sobre un plan vinculante para la reducción de GEI? Lo dudo, pero esperemos que sí.

[1] Los límites máximos permisibles para las nuevas plantas fue planteado por la EPA en el 2013, también bajo la administración de Obama