Obama vs. Putin, por Gaby Castillo

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Durante esta semana se dio apertura al 70º período de sesiones de la Asamblea de la ONU y las estrellas de este importante foro fueron Estados Unidos y Rusia, cada una representada por sus presidentes, Barack Obama y Vladimir Putin respectivamente.

Se ha comentado sobre el contenido de cada uno de los discursos los cuales marcan una pauta totalmente diferente a cara del Derecho Internacional y de las acciones a tomar para el manejo del conflicto en Siria, al respecto The New York Post no lo dejó de lado y tuvo como titular “Obama ha cedido a Putin el liderazgo mundial”.

Es claro que la Primavera árabe en el caso de Siria no tuvo el mismo impacto que en Egipto, Túnez o Libia, puesto que aún se mantienen bajo un régimen autoritarista de Bashar al Asad, quien hasta el momento tiene como único fin el desaparecer a rebeldes a cualquier coste, y eso incluye a civiles.

En este panorama aparecen las potencias, por un lado Estados Unidos, quien ha brindado apoyo a los rebeldes a tomar conocimiento de la posesión de armas químicas por parte del gobierno Sirio. Y del otro Rusia que se mantiene fiel al apoyo de Bashar al Asad, apoyo que ya se veía desde la Primavera árabe en el 2011.

En este panorama en la misma semana Putin obtenía del Consejo de la Federación rusa autorización para utilizar fuerzas militares en el exterior, específicamente en el caso de Siria. Asimismo daba un discurso sólido y elocuente basándose en la soberanía del Estado de escoger libremente el destino de un país, así como hacer un llamado a la colación respetando la legitimidad y autoridad de Bashar al Asad, acto seguido realizó bombardeos contra enemigos del régimen de Bashar al Asad en el noroeste y centro de Siria, reafirmando que combate tanto al SIS, autodenominado Estado Islámico (EI) como a «los otros grupos terroristas». Se observa así una nueva Rusia, mucho más empoderada y decidida con un plan de actuación muy claro determinado a buscar aliados.

Por otro lado teníamos un Obama que nos daba un discurso que planteaba como única solución la salida de Bashar al Asad del poder, sin ningún plan en concreto. Nos habló sobre un escepticismo al ordenamiento internacional y un entendimiento de los principios consagrados por la ONU como anacrónicos y con frases como “la fuerza no impone orden”.

Luego de escuchar ambos discursos era inevitable hacernos cuestionamientos como ¿Qué pasaría si Rusia decide jugar un rol militar directo enviando tropas terrestres? ¿Contra quién luchará: contra el autodenominado Estado Islámico (EI) o contra todos los enemigos de al Assad, incluyendo aquellos que cuentan con el apoyo de Washington y sus aliados?

Observando esta situación Ban Ki-moon declaraba “Siria ha mostrado ser el más intrincado. Ha generado un peligro tras otro: el uso de armas químicas, el crecimiento del ISIS y otros grupos extremistas, la peor crisis de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial y el desplazamiento de ocho millones de personas dentro del país”, asimismo solicitaba que los ataques aéreos seajusten estrictamente a las leyes internacionales humanitarias y de derechos humanos.

Frente a estas declaraciones el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergei Lavrov, aseguró el respeto de la normativa internacional vigente, recordó además la necesidad de un mandato del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas o solicitud al gobierno del país afectado para poder intervenir militarmente en el conflicto. Poniendo en debate la intervención occidental.

Todo este panorama muestra la crisis actual y división de la comunidad internacional que no genera más que un fracaso contra el terrorismo en la región, puesto que si tenemos a dos potencias mundiales enfrascados y no abiertos al esta guerra será interminable y no traerá más que muerte y sufrimiento para los civiles sirios.