Odebrecht: ¿jugamos al gran bonetón?, por Federico Prieto Celi

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El contraste entre las jóvenes mujeres cajistas de los peajes en la interoceánica, que Dios sabe si sus salarios pasan del mínimo, y el costo multimillonario de la construcción de esas casetas, que hemos visto en la televisión, es quizá un horizonte suficientemente brutal de lo poco que se puede conseguir de “justicia injusta” hasta ahora en el Perú.

El mensaje a la nación de diez minutos del presidente Pedro Pablo Kuczynski  el domingo 12 de febrero quiso marcar distancias con el  primer mandatario del prófugo ex presidente Alejandro Toledo, aparte de anunciar conocidas algunas y nuevas otras medidas en contra de la corrupción, en un intento gubernativo de dar algo de tranquilidad al pueblo.

El mensaje hecho en un lenguaje técnico ajeno a toda demagogia Kuczynski podría sintetizarse en la frase: «Necesitamos un cambio radical, necesitamos ordenar y limpiar la casa para hacer obras de manera honesta”.

En paralelo, Toledo reclamaba una “justicia justa” descubriendo su estrategia de convertir un caso penal en político, cuando está virtualmente perdido y las puertas se le van cerrando en todo el mundo. Israel ha dicho formalmente que sólo lo recibirá cuando arregle su situación con el Perú, es decir, nunca. Toledo no es judío. Israel también tiene corrupción. No logra nada dándole acogida.

Abandonado por sus antiguos abogados, Toledo a recurrido a Heriberto Benitez, cuya estrategia en sus primeros pasos es convertir el caso en una persecución política, aireada en los medios, jugando a la limón con su defendido, en el entendimiento reiterado de que en el Perú no hay una “justicia justa”. ¿Alguna vez la ha habido en el Perú… y en el mundo?

Las cautelas que se toman fiscales y jueces, policías y autoridades, en todos los países hace que la claridad informativa se pierda y  que los actos encaminados a detenerlo en donde se encuentre se dificulten, hasta el punto de que el lunes 13 de febrero, en que escribo estas líneas, lo último que se sabe a ciencia cierta es que teniendo pasaje para viajar de Estados Unidos a Israel Toledo no tomó el avión.

Para dejar claro que pondrá manos a la obra, el presidente de la República, en la séptima medida anunciada el domingo, prometió publicar toda su información personal a raíz de la recomendación de integridad que nombraron al inicio del gobierno. «Invoco a las altas autoridades de la Nación a hacer lo mismo», precisó.

Como ocurre con el teléfono malogrado, la versión norteamericana y la versión peruana sobre la conversación entre los dos presidentes difiere, pero es lógico que diplomáticamente cada cual subraye lo que le interesa y calle lo que le molesta, aunque sumando ambas versiones se pueda tener una idea más aproximada de cómo fue el diálogo.

Mientras Alberto Fujimori está en una clínica, luego de años de prisión, sus tres sucesores involucrados en la trama Odebrecht están todavía libres, a pesar de los indicios y presunciones fiscales en su contra, porque si las cosas en palacio van despacio parece que en los tribunales va más lento todavía, por las cautelas que exige la presunción de inocencia de que goza toda persona en el mundo.

Mientras los detalles de cada acto puntual de corrupción en las construcciones de las últimas décadas van saliendo a la luz, los nuevos ricos del presente, los constructores, asociados en CAPECO, más ingenieros y arquitectos, y hasta la federación de trabajadores de la construcción, que ya es decir, han publicado una propuesta de un “Pacto Ético en la Actividad Constructora” que no incluye la exigencia de los sindicatos de colocar a sus afiliados en las obras, como se viene haciendo con chantaje y coacción hasta ahora, lo que era de esperar. En todas partes se cuecen habas.